Crecí entre aromas de vainilla y fresa, las esencias en polvo de colores, y las abejas, mis amigas, pues jamás me picaron. Y el aroma a miel de Root Beer preparado por mi abuela era fascinante ver cómo le daba vueltas y vueltas a un palo de madera enorme carcomido por el exceso de uso. Mi madre entraba luego como tornado jalando una enorme barra de hielo ayudada por unas pinzas filosas y gruesas que parecían más bien una herramienta de un carnicero, los brazos de mi madre eran grandes y musculosos. De tanto jalar esas barras de hielo sus brazos de bailarina graciosa se fueron transformando.
Yo me entretenía viendo la gente pasar. Todas las tardes después de escuela me tocaba ir al Parque Borunda donde estaba la nevería de mi abuela. El parque Borunda era grande, hermoso, el ambiente estaba lleno de aromas riquísimos, las gorditas de Jana, los jotdogs Garibaldi y los elotes del Güero - con chile que no pica. Había “jueguitos”, globos, sombreros, algodones, en fin; era como una feria los 365 días del año.
La nevería de mi abuela era una de los lugares favoritos en los 80’s y 90’s para la gente popular de Ciudad Juárez, Chihuahua, era un “Starbucks” de aquel tiempo.
Las raspas de mi abuela, eran hielo finamente raspado que brillaba en el vaso cuando estaba listo para bañarse de un rico sabor hecho a base de leche de mixtura y sabores de frutas naturales.
“Mande, que va querer”, “de qué sabor”, “de qué tamaño”. Estas frases se escuchaban una y otra vez a lo largo de las horas, y a los 10 años empecé a dirigír el pequeño staff de mi abuela.
Cuando ella se iba a surtir me dejaba encargada del negocio, “tu eres la jefa cuando no esté yo”.
A mí se me crecía el pecho de orgullo, y felizmente cuidaba su dinero y la atención al cliente como fiera. Crecí, y se volvió algo de siempre que en cada vacación de verano yo trabajaba en la nevería del parque Borunda con mi abuela. Aprendí a dar buen servicio al cliente, a confiar y a no confiar en todos los empleados, vi a dos metros de mí como la trabajadora estrella de mi abuela, la señora Chela se robaba un billete de 200 pesos casi en mi cara. Me acerqué y con toda la serenidad de mis 15 años le dije: -“Chela, regresa el billete y voy a pretender que nada pasó, esto quedaraá entre tú y yo”.
Lo regresó y me adoró desde ese día. Fuimos grandes amigas y en las horas de tedio que no había clientes hablamos de la vida, de amores, de tristezas y yo la dibujaba con una pluma azul y papel de líneas. Yo nunca he sido una dibujante, pero a chela me nacía dibujarla, y aunque el dibujo no se asemejaba nada a ella siempre me sonreía y me decía: “qué bonita me hiciste”.
Chela es una de tantas personas que pasaron por la nevería de mi abuela. Conocí a grandes personas que adoraban y adoran aún a mi abuela, pues ella siempre fue muy generosa con sus empleados. No hubo día que no les comprara su comida y cena. Cada que podía les daba regalos solo por el afán de dar.
Así pasaba mis veranos. Al final del dia, cuando cerrábamos, veía mis manos llenas de colores, chorreadas por todos lados de coco azul, fresa de jarabe, durazno y naranja. Las llevaba a mi nariz para oler el coco y la vainilla entre los dedos. Era impresionante como las esencias se quedaban selladas en la piel después de lavarme las manos. Tal vez ésa era mi parte favorita. ¡Ah! Y los domingos que me tocaban mis 200 pesos, recuerdo que yo me sentía millonaria.
Tiempo después entró una nueva presidencia y el parque cambió, tumbaron los negocios y de la noche a la mañana se volvió en un lugar comercial y mutilado de su tradición y belleza. Todo cambió, nada fue igual. Pero en mi mente y corazón guardo las mejores memorias del Parque Borunda y sobre todo la nevería de mi abuela. Son memorias que nunca se borrarán y sonrisas que siempre saldrán al pensar en ese hermoso momento en el tiempo.
Michelle Menache es una cantante y compositora de Ciudad Juárez/El Paso que actualmente vive en Dallas. Para contactarla: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Yo me entretenía viendo la gente pasar. Todas las tardes después de escuela me tocaba ir al Parque Borunda donde estaba la nevería de mi abuela. El parque Borunda era grande, hermoso, el ambiente estaba lleno de aromas riquísimos, las gorditas de Jana, los jotdogs Garibaldi y los elotes del Güero - con chile que no pica. Había “jueguitos”, globos, sombreros, algodones, en fin; era como una feria los 365 días del año.
La nevería de mi abuela era una de los lugares favoritos en los 80’s y 90’s para la gente popular de Ciudad Juárez, Chihuahua, era un “Starbucks” de aquel tiempo.
Las raspas de mi abuela, eran hielo finamente raspado que brillaba en el vaso cuando estaba listo para bañarse de un rico sabor hecho a base de leche de mixtura y sabores de frutas naturales.
“Mande, que va querer”, “de qué sabor”, “de qué tamaño”. Estas frases se escuchaban una y otra vez a lo largo de las horas, y a los 10 años empecé a dirigír el pequeño staff de mi abuela.
Cuando ella se iba a surtir me dejaba encargada del negocio, “tu eres la jefa cuando no esté yo”.
A mí se me crecía el pecho de orgullo, y felizmente cuidaba su dinero y la atención al cliente como fiera. Crecí, y se volvió algo de siempre que en cada vacación de verano yo trabajaba en la nevería del parque Borunda con mi abuela. Aprendí a dar buen servicio al cliente, a confiar y a no confiar en todos los empleados, vi a dos metros de mí como la trabajadora estrella de mi abuela, la señora Chela se robaba un billete de 200 pesos casi en mi cara. Me acerqué y con toda la serenidad de mis 15 años le dije: -“Chela, regresa el billete y voy a pretender que nada pasó, esto quedaraá entre tú y yo”.
Lo regresó y me adoró desde ese día. Fuimos grandes amigas y en las horas de tedio que no había clientes hablamos de la vida, de amores, de tristezas y yo la dibujaba con una pluma azul y papel de líneas. Yo nunca he sido una dibujante, pero a chela me nacía dibujarla, y aunque el dibujo no se asemejaba nada a ella siempre me sonreía y me decía: “qué bonita me hiciste”.
Chela es una de tantas personas que pasaron por la nevería de mi abuela. Conocí a grandes personas que adoraban y adoran aún a mi abuela, pues ella siempre fue muy generosa con sus empleados. No hubo día que no les comprara su comida y cena. Cada que podía les daba regalos solo por el afán de dar.
Así pasaba mis veranos. Al final del dia, cuando cerrábamos, veía mis manos llenas de colores, chorreadas por todos lados de coco azul, fresa de jarabe, durazno y naranja. Las llevaba a mi nariz para oler el coco y la vainilla entre los dedos. Era impresionante como las esencias se quedaban selladas en la piel después de lavarme las manos. Tal vez ésa era mi parte favorita. ¡Ah! Y los domingos que me tocaban mis 200 pesos, recuerdo que yo me sentía millonaria.
Tiempo después entró una nueva presidencia y el parque cambió, tumbaron los negocios y de la noche a la mañana se volvió en un lugar comercial y mutilado de su tradición y belleza. Todo cambió, nada fue igual. Pero en mi mente y corazón guardo las mejores memorias del Parque Borunda y sobre todo la nevería de mi abuela. Son memorias que nunca se borrarán y sonrisas que siempre saldrán al pensar en ese hermoso momento en el tiempo.
Michelle Menache es una cantante y compositora de Ciudad Juárez/El Paso que actualmente vive en Dallas. Para contactarla: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.