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Una probadita de lo que viene, (¿optaremos por la indiferencia y el disimulo o denunciaremos al gobierno?

Una probadita de lo que viene, (¿optaremos por la indiferencia y el disimulo o denunciaremos al gobierno?

Y vuelvo a evocar a la Alemania que quisiéramos olvidar, no al país a donde recientemente viajé y donde inevitablemente revisé su historia.

En la Alemania de 1933 era política del gobierno discriminar contra un grupo minoritario: “Son sucios”. “Son una raza inferior”. “Son delincuentes”. En 1935 se aprobó una ley que consideraba un delito el matrimonio entre ellos y cualquiera que perteneciera a la raza blanca. Ese mismo año, los legisladores, liderados por su máximo dirigente, le quitaron a ese grupo su ciudadanía y también a sus descendientes. Al dejar de ser ciudadanos ya no tuvieron derecho al voto y pasaron a la categoría de “residentes”. El objetivo del grupo dirigente, se comprobó al final, era exterminar en su totalidad a ese grupo considerado “inferior”.

En ese mismo periodo, en Estados Unidos, a otro grupo minoritario se le daban los mismos calificativos: “Son sucios”. “Es una raza inferior”. “Son delincuentes y perezosos”. No se les permitía casarse con alguien fuera de su raza. No podían entrar a instalaciones donde se servía a blancos. Se les confinaba a escuelas y lugares públicos inferiores. Esas era las leyes y desobedecerlas implicaba arrestos, palizas y a veces hasta la muerte. Votar para ellos era, por los requisitos que tenían que cumplir, casi prohibitivo. Se les pedía ser dueños de casa y pagar un impuesto especial.

Entre los dos gobiernos de esa época el alemán y el estadounidense existió un común denominador: Acabar con el grupo considerado “inferior”. El primer país optó por el exterminio físico que llevó a cabo en los campos de concentración. Y el segundo optó por un exterminio de derechos y de posibilidades de progreso y desarrollo para el grupo considerado también “diferente”.

SE REPITE
El actual presidente desde que era candidato, nos señaló a nosotros como un “problema” para el país y ofreció soluciones, para él necesarias. No es casualidad que haya eliminado DAPA y haber terminado con el programa DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals). Nada fue espontáneo. Es el resultado de un plan concebido desde su candidatura y se rodeó de la gente dispuesta a llevarlo a cabo... Resulta muy ingenuo de parte de muchos, incluidos nuestros Representantes en el Congreso, pensar que nuestro Presidente va a cambiar de opinión o que quiere una solución favorable para las minorías. Lo que quiere hacer, y sus acciones así lo indican, es sacar como dé lugar a todas las minorías que se puedan y evitar que regresemos. Empezó con los mexicanos, siguió con los nicaragüenses, le van a seguir los salvadoreños y lo más recientes, los haitianos. El pasado 20 de noviembre, les quitó su estatus de refugiados a 59 mil y les dio 18 meses para salir del país a los provenientes de Haití. Con los Dreamers fue aún más cruel, porque para ellos DACA finaliza el 6 de marzo del 2018.

El pasado 5 de octubre, el gobierno dejó de entregar permisos de trabajo a los que califican para ese programa y dejó de renovar los permisos que se han vencido. Esto significa que en 5 meses, 700 mil jóvenes, de ambos sexos, que fueron traídos a este país desde pequeños y podrán ser deportados.

En Washington no hay negociaciones ni propuestas viables para una solución. Las probabilidades de un buen acuerdo sobre DACA se ven casi imposibles ante la intransigencia del Presidente que exige más límites a la migración documentada, a la aprobación del muro y a otras disposiciones que sabe de antemano, serán rechazadas por los demócratas. Además en la mente de la mayoría de los legisladores de ambas cámaras, no está en ayudar a estos jóvenes, sino que ya tienen las maletas listas para salir de Washington y disfrutar en sus hogares de las fiestas decembrinas.

La historia de lo que ocurrió en Alemania entre 1933 y 1945 nos dejó una lección muy clara: Los que se confiaron y apostaron a la humanidad de sus dirigentes les costó casi el exterminio.

En Estados Unidos, vivimos una política de expulsión que empezó con el ex presidente y que ahora con el nuevo, ha tomado dimensiones peligrosas e inaceptables. La pregunta para nosotros, los ciudadanos y residentes de este gran país, es que si vamos a optar por la indiferencia y el disimulo, como ocurrió en Europa Central, u optaremos por denunciar a un gobierno que busca deshumanizar a un grupo primero, para luego expulsarlo, sin importarle las consecuencias que esto acarree a los millones que van a salir afectados.

En la Alemania de 1933 era política del gobierno discriminar contra un grupo minoritario: “Son sucios”. “Son una raza inferior”. “Son delincuentes”. En 1935 se aprobó una ley que consideraba un delito el matrimonio entre ellos y cualquiera que perteneciera a la raza blanca. Ese mismo año, los legisladores, liderados por su máximo dirigente, le quitaron a ese grupo su ciudadanía y también a sus descendientes. Al dejar de ser ciudadanos ya no tuvieron derecho al voto y pasaron a la categoría de “residentes”. El objetivo del grupo dirigente, se comprobó al final, era exterminar en su totalidad a ese grupo considerado “inferior”.

En ese mismo periodo, en Estados Unidos, a otro grupo minoritario se le daban los mismos calificativos: “Son sucios”. “Es una raza inferior”. “Son delincuentes y perezosos”. No se les permitía casarse con alguien fuera de su raza. No podían entrar a instalaciones donde se servía a blancos. Se les confinaba a escuelas y lugares públicos inferiores. Esas era las leyes y desobedecerlas implicaba arrestos, palizas y a veces hasta la muerte. Votar para ellos era, por los requisitos que tenían que cumplir, casi prohibitivo. Se les pedía ser dueños de casa y pagar un impuesto especial.

Entre los dos gobiernos de esa época el alemán y el estadounidense existió un común denominador: Acabar con el grupo considerado “inferior”. El primer país optó por el exterminio físico que llevó a cabo en los campos de concentración. Y el segundo optó por un exterminio de derechos y de posibilidades de progreso y desarrollo para el grupo considerado también “diferente”.

SE REPITE
El actual presidente desde que era candidato, nos señaló a nosotros como un “problema” para el país y ofreció soluciones, para él necesarias. No es casualidad que haya eliminado DAPA y haber terminado con el programa DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals). Nada fue espontáneo. Es el resultado de un plan concebido desde su candidatura y se rodeó de la gente dispuesta a llevarlo a cabo... Resulta muy ingenuo de parte de muchos, incluidos nuestros Representantes en el Congreso, pensar que nuestro Presidente va a cambiar de opinión o que quiere una solución favorable para las minorías. Lo que quiere hacer, y sus acciones así lo indican, es sacar como dé lugar a todas las minorías que se puedan y evitar que regresemos. Empezó con los mexicanos, siguió con los nicaragüenses, le van a seguir los salvadoreños y lo más recientes, los haitianos. El pasado 20 de noviembre, les quitó su estatus de refugiados a 59 mil y les dio 18 meses para salir del país a los provenientes de Haití. Con los Dreamers fue aún más cruel, porque para ellos DACA finaliza el 6 de marzo del 2018.

El pasado 5 de octubre, el gobierno dejó de entregar permisos de trabajo a los que califican para ese programa y dejó de renovar los permisos que se han vencido. Esto significa que en 5 meses, 700 mil jóvenes, de ambos sexos, que fueron traídos a este país desde pequeños y podrán ser deportados.

En Washington no hay negociaciones ni propuestas viables para una solución. Las probabilidades de un buen acuerdo sobre DACA se ven casi imposibles ante la intransigencia del Presidente que exige más límites a la migración documentada, a la aprobación del muro y a otras disposiciones que sabe de antemano, serán rechazadas por los demócratas. Además en la mente de la mayoría de los legisladores de ambas cámaras, no está en ayudar a estos jóvenes, sino que ya tienen las maletas listas para salir de Washington y disfrutar en sus hogares de las fiestas decembrinas.

La historia de lo que ocurrió en Alemania entre 1933 y 1945 nos dejó una lección muy clara: Los que se confiaron y apostaron a la humanidad de sus dirigentes les costó casi el exterminio.

En Estados Unidos, vivimos una política de expulsión que empezó con el ex presidente y que ahora con el nuevo, ha tomado dimensiones peligrosas e inaceptables. La pregunta para nosotros, los ciudadanos y residentes de este gran país, es que si vamos a optar por la indiferencia y el disimulo, como ocurrió en Europa Central, u optaremos por denunciar a un gobierno que busca deshumanizar a un grupo primero, para luego expulsarlo, sin importarle las consecuencias que esto acarree a los millones que van a salir afectados.