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Regalos para la posteridad

Regalos para la posteridad

DALLAS -- Blanca Araiza y Rosa del Carmen Delgado coinciden en mucho más que hablar en el mismo idioma; las une un profundo sentimiento de gratitud, ya que este 10 de mayo, ambas, una originaria de México y la otra de Perú, celebrarán el día de las madres en un auditorio lleno de estudiantes, en el que sus hijos Ana y Luis, respectivamente, recibirán un título universitario.

Blanca, original de ciudad Juárez, Chihuahua, confiesa que nunca se imaginó que este año vería a su primogénita, Ana Karen Araiza, de 22 años, recibir el diploma que la acredita como Bachiller (Licenciada) en Antropología, carrera que la joven estudió en la Universidad del Norte de Texas (UNT).

“Reconozco que nunca pasó por mi cabeza el pensamiento de ver a mi hija graduada de una universidad. Al contrario siempre le dije, cuando comenzó a insistir en ir a una, que se conformara con un colegio comunitario”, admitió la mexicana.

La madre de Ana más bien tenía sus ojos puestos en las dificultades, entre ellas, dos que pesaban mucho, el Linfoma que en el 2009 le diagnosticaron a su esposo y el que su hija no tuviera establecida su residencia legal en este país.

“Honestamente a mí nadie me enseñó a soñar, nadie me habló de que había un futuro mejor si estudiaba, eso afectó mi manera de pensar al respecto. Aunado a eso, Fernando, mi esposo, se enfermó y las cosas se complicaron”, señaló.

Con su enfermedad, José Fernando Araiza, esposo de Blanca y papá de Ana, ya no podía sostener económicamente a la familia como antes. Entre quimioterapias y visitas constantes al doctor, junto con el malestar de la enfermedad, Fernando, como prefieren que lo llamen, se agotaba cada día más.

“La verdad que llegué a pensar que ni siquiera vería a Ana entrar a la Universidad, pero hoy gracias a Dios, no sólo la vi entrar sino que ahora la veré salir con su título, estoy muy orgulloso de ella”, afirmó el padre.

El siguiente en la lista es Jesús Fernando Araiza, de 16 años, a quien sus padres ya apoyan fervientemente para que alcance también “su sueño de ir a la universidad”, aseguran.

ANA

Aunque sus papás no la entendían en su empeño, y con la dificultad de no tener estatus legal en este país, Ana no se dejó vencer y comenzó a trabajar en pos de su sueño, incluso mucho antes que apareciera el proceso de Acción Diferida, mejor conocido como DACA.

“Yo comencé a preguntar cuáles eran mis opciones, y a pesar que no tenía muchas seguí insistiendo. Obtuve orientación de dos maestros que me apoyaron mucho, José Valerio y Catheleen Cadigan; gracias a la información que ellos me proporcionaron conseguí la ayuda que necesitaba para empezar”, dijo.

Ana finalizó con un promedio académico de 3.5 la Preparatoria o High School; eso le abrió las puertas para obtener las dos becas que le permitieron graduarse de la universidad sin pagar un solo dólar de su bolsillo: la Jack Cannon Music Scholarship y la RAE Scholarship.

“Quería llegar más allá, aprovechando todas las oportunidades que hay en este país”, explicó Ana, al preguntársele el motivo de su empeño en continuar sus estudios a nivel superior, ya que cursará próximamente una maestría en Atropología aplicada a la Educación.

DESDE PERÚ

Mientras Blanca esté recibiendo su regalo en el auditorio de la UNT, Rosa del Carmen lo hará en la Texas Woman’s University (TWU), donde su hijo Luis Miguel Guerra, de 24 años, obtendrá el título de Bachiller en Psicología.

Embargada por la emoción, Rosa del Camen no dejó de destacar los logros de su hijo y la cantidad de premios y diplomas a los que Luis se ha hecho acreedor.

“Desde que lo fui a inscribir a la escuela elemental, sin saber el idioma, Luis alcanzó el 90 por ciento en su calificación. Lo aceptaron en el séptimo grado, sin embargo a mitad de año lo enviaron al sexto porque se dieron cuenta que no tenía la edad suficiente y porque el inglés le dio un poco de problemas al principio”, recordó.

Carmen, como prefiere que la llamen, llegó a este país con sueños de superación, pero recuerda con un poco de pesar que no fue nada fácil. Siendo profesional del periodismo en Perú, se vio obligada a trabajar en cosas que no imaginó. “He lavado platos, cocinado, he cuidado niños, he limpiado casas, trabajado en hoteles, en fin he hecho de todo”, aseguró. Pero nunca dejó de creer en que Dios haría las cosas por ella y sus hijos.

“Soy una mamá agradecida, no sólo por Luis, sino también por mi hija Carmencita, ella me ha dado la dicha de ser abuela en dos oportunidades. Mateo y Luca Cartín, mis nietos, son todo para mí. El recibir este regalo de Luis no hace menos a mi hija, al contrario ella también ha contribuido a que su hermano se gradúe. Los amo, son mi razón de vivir y estoy orgullosa de los dos”, dijo.

Esta mamá peruana tendrá como invitados especiales al papá de su hijo, el señor Luis Guerra y a la abuelita materna de Luis, Juana Antonia Limo de 77 años. Ambos viajarán desde Lima, para la ocasión.

HACER LA DIFERENCIA

Luis, con todo y su juventud, considera que los títulos son vanos si no se usan para ayudar a la gente.

“Todo esto es muy bonito y la verdad me contenta ver a mi mamá feliz con los diplomas, los premios, pero aquí lo importante es que esto sirva para ayudar a otros”, aclaró.

“El hombre se construye o se destruye entre los 14 y 20 años, en esa etapa todos necesitamos ser orientados, dirigidos, ahí quiero estar yo para hacer la diferencia”, subrayó.

El pensamiento profundo de Luis proviene de la temprana guía que recibió de un sacerdote a quien recuerda con agradecimiento y nostalgia, el padre José E. Fetzer, quien le enseñó, entre otras cosas, a ver su vida de una manera diferente y espiritual.

“El padre Fetzer siempre me decía que para ayudar bien había que prepararse y ser esforzados en todo lo que hacemos”. 

A Luis su mamá lo crió prácticamente sola, pues se divorció de su papá cuando éste tenía 4 años. Y asegura no entender por qué algunos estudiantes sin documentos se rinden tan fácil. Él mismo también batalló pero no renunció.

“A donde quiera que fui siempre hubo una puerta abierta. Cuando entré al colegio comunitario, recién salido de Lewisville High School, encontré colegiatura ¿cómo?, buscando", asegura. "Cuando no me abrían una puerta, tocaba otra, así entré al North Central Texas College (NCTC) donde obtuve mi Bachillerato Asociado en Ciencias, de ahí vino la oportunidad en la Texas Woman's University”, relató.

Tras no poder alcanzar su primer sueño, pues quería ser sacerdote, comenzó a buscar con la ayuda de su mamá otras opciones. Así fue como, preguntando, obtuvo información acerca de la ayuda federal para estudiantes, mejor conocidas como FAFSA, la cual solicitó y obtuvo, pudiendo así pagar la universidad. El gran reto fue mantener en 4.0 su promedio académico.

“No fue nada fácil, muchas veces llegué a dormir sólo 2 horas porque me la pasaba estudiando para no perder la ayuda. Además, trabajé todo este tiempo como mesero y cocinero en un restaurante de comida rápida para poder ayudar a mi mamá y mantener mis necesidades”, contó.

Por eso es que para Luis, el que busca encuentra, porque él con todas dificultades lo hizo.

Al igual que Ana, este peruano tampoco se esperó a la aprobación de la Acción Diferida, sino que desde mucho antes fue diligente.

"Si el gobierno no ofrece nada formal y permanente para la generación que se está graduando ahora, tendrá grandes pérdidas a futuro", opina respecto a la ambiguedad del beneficio que ofrece DACA.

Sobre sí mismo, Luis consideró insensato que, habiendo él obtenido el apoyo para estudiar aquí, termine en Perú ejerciendo, lo cual podría pasar de no resolverse nada con la reforma. “El país nos necesita, pero no quiere reconocerlo. Sería una pena, una fuga de cerebros”, concluye.

 

Carolina Rincón puede ser contactada en el siguiente correo electrónico: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

 

Blanca, original de ciudad Juárez, Chihuahua, confiesa que nunca se imaginó que este año vería a su primogénita, Ana Karen Araiza, de 22 años, recibir el diploma que la acredita como Bachiller (Licenciada) en Antropología, carrera que la joven estudió en la Universidad del Norte de Texas (UNT).

“Reconozco que nunca pasó por mi cabeza el pensamiento de ver a mi hija graduada de una universidad. Al contrario siempre le dije, cuando comenzó a insistir en ir a una, que se conformara con un colegio comunitario”, admitió la mexicana.

La madre de Ana más bien tenía sus ojos puestos en las dificultades, entre ellas, dos que pesaban mucho, el Linfoma que en el 2009 le diagnosticaron a su esposo y el que su hija no tuviera establecida su residencia legal en este país.

“Honestamente a mí nadie me enseñó a soñar, nadie me habló de que había un futuro mejor si estudiaba, eso afectó mi manera de pensar al respecto. Aunado a eso, Fernando, mi esposo, se enfermó y las cosas se complicaron”, señaló.

Con su enfermedad, José Fernando Araiza, esposo de Blanca y papá de Ana, ya no podía sostener económicamente a la familia como antes. Entre quimioterapias y visitas constantes al doctor, junto con el malestar de la enfermedad, Fernando, como prefieren que lo llamen, se agotaba cada día más.

“La verdad que llegué a pensar que ni siquiera vería a Ana entrar a la Universidad, pero hoy gracias a Dios, no sólo la vi entrar sino que ahora la veré salir con su título, estoy muy orgulloso de ella”, afirmó el padre.

El siguiente en la lista es Jesús Fernando Araiza, de 16 años, a quien sus padres ya apoyan fervientemente para que alcance también “su sueño de ir a la universidad”, aseguran.

ANA

Aunque sus papás no la entendían en su empeño, y con la dificultad de no tener estatus legal en este país, Ana no se dejó vencer y comenzó a trabajar en pos de su sueño, incluso mucho antes que apareciera el proceso de Acción Diferida, mejor conocido como DACA.

“Yo comencé a preguntar cuáles eran mis opciones, y a pesar que no tenía muchas seguí insistiendo. Obtuve orientación de dos maestros que me apoyaron mucho, José Valerio y Catheleen Cadigan; gracias a la información que ellos me proporcionaron conseguí la ayuda que necesitaba para empezar”, dijo.

Ana finalizó con un promedio académico de 3.5 la Preparatoria o High School; eso le abrió las puertas para obtener las dos becas que le permitieron graduarse de la universidad sin pagar un solo dólar de su bolsillo: la Jack Cannon Music Scholarship y la RAE Scholarship.

“Quería llegar más allá, aprovechando todas las oportunidades que hay en este país”, explicó Ana, al preguntársele el motivo de su empeño en continuar sus estudios a nivel superior, ya que cursará próximamente una maestría en Atropología aplicada a la Educación.

DESDE PERÚ

Mientras Blanca esté recibiendo su regalo en el auditorio de la UNT, Rosa del Carmen lo hará en la Texas Woman’s University (TWU), donde su hijo Luis Miguel Guerra, de 24 años, obtendrá el título de Bachiller en Psicología.

Embargada por la emoción, Rosa del Camen no dejó de destacar los logros de su hijo y la cantidad de premios y diplomas a los que Luis se ha hecho acreedor.

“Desde que lo fui a inscribir a la escuela elemental, sin saber el idioma, Luis alcanzó el 90 por ciento en su calificación. Lo aceptaron en el séptimo grado, sin embargo a mitad de año lo enviaron al sexto porque se dieron cuenta que no tenía la edad suficiente y porque el inglés le dio un poco de problemas al principio”, recordó.

Carmen, como prefiere que la llamen, llegó a este país con sueños de superación, pero recuerda con un poco de pesar que no fue nada fácil. Siendo profesional del periodismo en Perú, se vio obligada a trabajar en cosas que no imaginó. “He lavado platos, cocinado, he cuidado niños, he limpiado casas, trabajado en hoteles, en fin he hecho de todo”, aseguró. Pero nunca dejó de creer en que Dios haría las cosas por ella y sus hijos.

“Soy una mamá agradecida, no sólo por Luis, sino también por mi hija Carmencita, ella me ha dado la dicha de ser abuela en dos oportunidades. Mateo y Luca Cartín, mis nietos, son todo para mí. El recibir este regalo de Luis no hace menos a mi hija, al contrario ella también ha contribuido a que su hermano se gradúe. Los amo, son mi razón de vivir y estoy orgullosa de los dos”, dijo.

Esta mamá peruana tendrá como invitados especiales al papá de su hijo, el señor Luis Guerra y a la abuelita materna de Luis, Juana Antonia Limo de 77 años. Ambos viajarán desde Lima, para la ocasión.

HACER LA DIFERENCIA

Luis, con todo y su juventud, considera que los títulos son vanos si no se usan para ayudar a la gente.

“Todo esto es muy bonito y la verdad me contenta ver a mi mamá feliz con los diplomas, los premios, pero aquí lo importante es que esto sirva para ayudar a otros”, aclaró.

“El hombre se construye o se destruye entre los 14 y 20 años, en esa etapa todos necesitamos ser orientados, dirigidos, ahí quiero estar yo para hacer la diferencia”, subrayó.

El pensamiento profundo de Luis proviene de la temprana guía que recibió de un sacerdote a quien recuerda con agradecimiento y nostalgia, el padre José E. Fetzer, quien le enseñó, entre otras cosas, a ver su vida de una manera diferente y espiritual.

“El padre Fetzer siempre me decía que para ayudar bien había que prepararse y ser esforzados en todo lo que hacemos”. 

A Luis su mamá lo crió prácticamente sola, pues se divorció de su papá cuando éste tenía 4 años. Y asegura no entender por qué algunos estudiantes sin documentos se rinden tan fácil. Él mismo también batalló pero no renunció.

“A donde quiera que fui siempre hubo una puerta abierta. Cuando entré al colegio comunitario, recién salido de Lewisville High School, encontré colegiatura ¿cómo?, buscando", asegura. "Cuando no me abrían una puerta, tocaba otra, así entré al North Central Texas College (NCTC) donde obtuve mi Bachillerato Asociado en Ciencias, de ahí vino la oportunidad en la Texas Woman's University”, relató.

Tras no poder alcanzar su primer sueño, pues quería ser sacerdote, comenzó a buscar con la ayuda de su mamá otras opciones. Así fue como, preguntando, obtuvo información acerca de la ayuda federal para estudiantes, mejor conocidas como FAFSA, la cual solicitó y obtuvo, pudiendo así pagar la universidad. El gran reto fue mantener en 4.0 su promedio académico.

“No fue nada fácil, muchas veces llegué a dormir sólo 2 horas porque me la pasaba estudiando para no perder la ayuda. Además, trabajé todo este tiempo como mesero y cocinero en un restaurante de comida rápida para poder ayudar a mi mamá y mantener mis necesidades”, contó.

Por eso es que para Luis, el que busca encuentra, porque él con todas dificultades lo hizo.

Al igual que Ana, este peruano tampoco se esperó a la aprobación de la Acción Diferida, sino que desde mucho antes fue diligente.

"Si el gobierno no ofrece nada formal y permanente para la generación que se está graduando ahora, tendrá grandes pérdidas a futuro", opina respecto a la ambiguedad del beneficio que ofrece DACA.

Sobre sí mismo, Luis consideró insensato que, habiendo él obtenido el apoyo para estudiar aquí, termine en Perú ejerciendo, lo cual podría pasar de no resolverse nada con la reforma. “El país nos necesita, pero no quiere reconocerlo. Sería una pena, una fuga de cerebros”, concluye.

 

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