Predicando con el ejemplo: La historia de Diana Flores

La historia de Diana Flores no es muy diferente a la de muchos estudiantes que acuden a los colegios comunitarios del condado de Dallas, aunque también tiene su peculiaridad.

No fue hasta pasados los 40 años cuando Flores, quien a mediados de mayo retuvo su puesto como integrante de la mesa directiva del Distrito de Colegios Comunitarios del Condado de Dallas (DCCCD), logró obtener un título profesional para luego postularse para el cargo que desde 1996 ostenta como funcionaria electa.

“Trabajé 10 años en el sistema de colegios comunitarios, y trabajando ahí veía que no le daban importancia a las comunidades diversas”, dice Flores, en una entrevista desde su oficina en la Cámara de Comercio Hispana en donde funge como vicepresidenta.

“En nuestra comunidad latina hace mucha falta la educación a nivel superior, y ellos no hacían lo suficiente para que nuestros estudiantes supieran lo que se ofrecía dentro de nuestros colegios, las oportunidades de educación disponibles para ellos.

"Tampoco ponían mucho énfasis en que hubiera igualdad de empleo para todos, la comunidad protestaba, hacían manifestaciones, y los encargados decían cualquier cosa que sonara bien, pero no estaban haciendo nada que las cosas cambiaran”, recuerda.

Flores trabajaba para el sistema de colegios comunitarios pero en ese entonces no tenía ningún poder de decisión, pues no fue sino hasta los 42 años de edad que logró títularse.

"Veía a los administradores, y sentía que yo tenía tanta inteligencia como ellos, pero la única diferencia es que no tenía un título universitario”.

DE PALACIOS, TEXAS: "Lo máximo para mi mamá y mi abuela era que yo había terminado la high school, que trabajaba como secretaria ejecutiva, viniendo de un pueblo donde se trabajaba en la pesca y el procesamiento del camarón”, explica Flores, quien nació en Palacios, en la costa texana del Golfo de México.

"En los veranos eso es lo que yo hacía, descabezaba camarones para poder juntar dinero para comprar ropa de la escuela. Teníamos que llenar una cubeta con las cabezas del camarón. Nos pagaban a 25 centavos cada una”, detalla Flores, quien después de la preparatoria se inscribió en una universidad pero sin un asesoramiento que la ayudara a concluir sus estudios superiores.

“Tenía familia en Dallas, mis tías y mi hermana; al graduarme de high school vine un año aquí y trabajé. Pero después estudié en universidad que está en Kingsville año y medio… Para mis padres era otro mundo, yo sé lo que pasa con los estudiantes que nunca han tenido a alguien con universidad, yo no sabía los pasos, no sabía lo que tenía qué hacer; me involucré mucho en la política, porque era la época del Movimiento Chicano, abandoné los estudios, me casé, me fui a Houston, mi matrimonio duró siete años, tuve tres hijos, fracasé y me vine a Dallas porque no tenía familiares en esa ciudad”.

Así que regresó al hogar de su hermana y después se casó por segunda vez. “Tuve dos hijos más, y otro fracaso. Y desde entonces ya no vuelvo”, comenta entre risas.

Tiempo después, cuando sus hijos adolescentes tomaron decisiones que no tenían nada que ver con lo que les había inculcado, Flores sufrió otro gran golpe.

"Un fracaso total”, estima. “Y decidí demostrarles que no importa las decisiones que uno tome, el fracaso que uno tenga, uno lo puede remediar. Hubo muchas razones, pero esa fue una por las cuales regresé a estudiar".

De 1986 a 1992, cursó lo que pudo en un colegio comunitario.

“Yo quería avanzar más y no podía sin un título; dos, por ponerle el ejemplo a mis hijos, pero todo se juntó para impulsarme a terminar”.

Al cruzar la calle de la oficina donde trabajaba Flores , estaba el Centro College en el centro de Dallas.

“Teniendo cinco hijos, no podía estar fuera de la casa en las noches, así que durante el tiempo para ir a comer yo tomaba un curso. Hacía un curso a la vez, y de 1986 a 1992 logré 60 horas de crédito.

"Porque con 60 horas de un colegio comunitario se puede pasar a la Universidad".

Con esos créditos fue a la Dallas Baptist University y ahí obtuvo otros cuantos más por la experiencia laboral que ya tenía.

“Hasta 30 horas de crédito te dan. Escribí y documenté todo lo que había hecho en mi trabajo; y en un semestre pude sumar 30 horas. En dos años, yendo un día a la semana, de 5 de la tarde a 9 de la noche, fue como pude obtener mi título", recuerda.

"Tenemos la fortuna de vivir en un país, y en una época, en donde todo es posible, queriendo uno, haciendo el esfuerzo", dice.

DREAM ACT TEXANO: "En 1998 nuestra Mesa Directiva adoptó la posición oficial de aceptar a los estudiantes indocumentados en nuestros colegios pagando la misma matrícula que los residentes legales y los ciudadanos".

La decisión fue tomada en agosto de 1998 y se implementó en enero de 1999 en el Condado de Dallas, precisó Flores. Y fue en el 2001 que dicha ley se aprobó a nivel estatal en Texas (Ley Noriega o Dream Act Texano, HB1403).

"Lo malo es que ahora los candidatos republicanos para los puestos más altos se han comprometido a borrar esa ley. Hay gente en nuestra comunidad que no ve la importantacia del voto, pero el voto es sumamente importante. Porque si no hubiera estado una servidora ahí en 1998, sabiendo la necesidad y abogando por eso, muchos estudiantes no hubieran obtenido su educación".

Con ese camino recorrido, Flores es una de las que mejor conocen el funcionamiento del sistema de colegios comunitarios del condado de Dallas.

"Cuando hablo con los padres les digo que no es solamente para sus hijos, es para ellos también, si desean también pueden estudiar".

A sus 63, Flores reconoce que ya son 21 años “gozando de poder trabajar en un nivel más alto".

Y con todo y sus logros, no deja de inspirarse en la juventud.

“Me inspiran los estudiantes, sobre todo los que están activos políticamente, que quieren marcar la diferencia para la reforma migratoria; y espero que ya cuando eso se logre utilicen las habilidades que han desarrollado. Hay muchos activistas que vienen de familias indocumentados, y ahora tienen su “DACA”. Y son bien listos, bien dedicados, y bien comprometidos, no descansan: Ramiro Luna, Marco Malagón, Laura Mendoza…, muchos”.

ESTUDIANTES: El dinero para poder pagar la matrícula es la inquietud que más a menudo ve Flores entre los jóvenes en edad de cursar estudios superiores.

"Nuestros estudiantes, ya sean hispanos, anglosajones o afroamericanos, tienen que trabajar; no hay mucho de lo que se llama estudiantes tradicionales, que sus padres pueden pagarles sus colegiaturas y ellos solamente estudiar.

"Hay muchos de ellos que, sus padres, en vez de apoyarlos por la situación en la que están, no todos, pero un gran número, en vez de apoyarlos, los mortifican, sin pensar en el mañana, que teniendo un título universitario van a ganar mucho más dinero de lo que harían sin título”.

Flores opina que si en cuatro o seis años de sacrificio terminan sus estudios, después tendrán tiempo de sobra para gozar.

"La mayoría de los estudiantes tienen que estudiar y trabajar, pero la cosa es que sí se puede", concluye.

Escríbele un correo electrónico a Sandra Velázquez: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

No fue hasta pasados los 40 años cuando Flores, quien a mediados de mayo retuvo su puesto como integrante de la mesa directiva del Distrito de Colegios Comunitarios del Condado de Dallas (DCCCD), logró obtener un título profesional para luego postularse para el cargo que desde 1996 ostenta como funcionaria electa.

“Trabajé 10 años en el sistema de colegios comunitarios, y trabajando ahí veía que no le daban importancia a las comunidades diversas”, dice Flores, en una entrevista desde su oficina en la Cámara de Comercio Hispana en donde funge como vicepresidenta.

“En nuestra comunidad latina hace mucha falta la educación a nivel superior, y ellos no hacían lo suficiente para que nuestros estudiantes supieran lo que se ofrecía dentro de nuestros colegios, las oportunidades de educación disponibles para ellos.

"Tampoco ponían mucho énfasis en que hubiera igualdad de empleo para todos, la comunidad protestaba, hacían manifestaciones, y los encargados decían cualquier cosa que sonara bien, pero no estaban haciendo nada que las cosas cambiaran”, recuerda.

Flores trabajaba para el sistema de colegios comunitarios pero en ese entonces no tenía ningún poder de decisión, pues no fue sino hasta los 42 años de edad que logró títularse.

"Veía a los administradores, y sentía que yo tenía tanta inteligencia como ellos, pero la única diferencia es que no tenía un título universitario”.

DE PALACIOS, TEXAS: "Lo máximo para mi mamá y mi abuela era que yo había terminado la high school, que trabajaba como secretaria ejecutiva, viniendo de un pueblo donde se trabajaba en la pesca y el procesamiento del camarón”, explica Flores, quien nació en Palacios, en la costa texana del Golfo de México.

"En los veranos eso es lo que yo hacía, descabezaba camarones para poder juntar dinero para comprar ropa de la escuela. Teníamos que llenar una cubeta con las cabezas del camarón. Nos pagaban a 25 centavos cada una”, detalla Flores, quien después de la preparatoria se inscribió en una universidad pero sin un asesoramiento que la ayudara a concluir sus estudios superiores.

“Tenía familia en Dallas, mis tías y mi hermana; al graduarme de high school vine un año aquí y trabajé. Pero después estudié en universidad que está en Kingsville año y medio… Para mis padres era otro mundo, yo sé lo que pasa con los estudiantes que nunca han tenido a alguien con universidad, yo no sabía los pasos, no sabía lo que tenía qué hacer; me involucré mucho en la política, porque era la época del Movimiento Chicano, abandoné los estudios, me casé, me fui a Houston, mi matrimonio duró siete años, tuve tres hijos, fracasé y me vine a Dallas porque no tenía familiares en esa ciudad”.

Así que regresó al hogar de su hermana y después se casó por segunda vez. “Tuve dos hijos más, y otro fracaso. Y desde entonces ya no vuelvo”, comenta entre risas.

Tiempo después, cuando sus hijos adolescentes tomaron decisiones que no tenían nada que ver con lo que les había inculcado, Flores sufrió otro gran golpe.

"Un fracaso total”, estima. “Y decidí demostrarles que no importa las decisiones que uno tome, el fracaso que uno tenga, uno lo puede remediar. Hubo muchas razones, pero esa fue una por las cuales regresé a estudiar".

De 1986 a 1992, cursó lo que pudo en un colegio comunitario.

“Yo quería avanzar más y no podía sin un título; dos, por ponerle el ejemplo a mis hijos, pero todo se juntó para impulsarme a terminar”.

Al cruzar la calle de la oficina donde trabajaba Flores , estaba el Centro College en el centro de Dallas.

“Teniendo cinco hijos, no podía estar fuera de la casa en las noches, así que durante el tiempo para ir a comer yo tomaba un curso. Hacía un curso a la vez, y de 1986 a 1992 logré 60 horas de crédito.

"Porque con 60 horas de un colegio comunitario se puede pasar a la Universidad".

Con esos créditos fue a la Dallas Baptist University y ahí obtuvo otros cuantos más por la experiencia laboral que ya tenía.

“Hasta 30 horas de crédito te dan. Escribí y documenté todo lo que había hecho en mi trabajo; y en un semestre pude sumar 30 horas. En dos años, yendo un día a la semana, de 5 de la tarde a 9 de la noche, fue como pude obtener mi título", recuerda.

"Tenemos la fortuna de vivir en un país, y en una época, en donde todo es posible, queriendo uno, haciendo el esfuerzo", dice.

DREAM ACT TEXANO: "En 1998 nuestra Mesa Directiva adoptó la posición oficial de aceptar a los estudiantes indocumentados en nuestros colegios pagando la misma matrícula que los residentes legales y los ciudadanos".

La decisión fue tomada en agosto de 1998 y se implementó en enero de 1999 en el Condado de Dallas, precisó Flores. Y fue en el 2001 que dicha ley se aprobó a nivel estatal en Texas (Ley Noriega o Dream Act Texano, HB1403).

"Lo malo es que ahora los candidatos republicanos para los puestos más altos se han comprometido a borrar esa ley. Hay gente en nuestra comunidad que no ve la importantacia del voto, pero el voto es sumamente importante. Porque si no hubiera estado una servidora ahí en 1998, sabiendo la necesidad y abogando por eso, muchos estudiantes no hubieran obtenido su educación".

Con ese camino recorrido, Flores es una de las que mejor conocen el funcionamiento del sistema de colegios comunitarios del condado de Dallas.

"Cuando hablo con los padres les digo que no es solamente para sus hijos, es para ellos también, si desean también pueden estudiar".

A sus 63, Flores reconoce que ya son 21 años “gozando de poder trabajar en un nivel más alto".

Y con todo y sus logros, no deja de inspirarse en la juventud.

“Me inspiran los estudiantes, sobre todo los que están activos políticamente, que quieren marcar la diferencia para la reforma migratoria; y espero que ya cuando eso se logre utilicen las habilidades que han desarrollado. Hay muchos activistas que vienen de familias indocumentados, y ahora tienen su “DACA”. Y son bien listos, bien dedicados, y bien comprometidos, no descansan: Ramiro Luna, Marco Malagón, Laura Mendoza…, muchos”.

ESTUDIANTES: El dinero para poder pagar la matrícula es la inquietud que más a menudo ve Flores entre los jóvenes en edad de cursar estudios superiores.

"Nuestros estudiantes, ya sean hispanos, anglosajones o afroamericanos, tienen que trabajar; no hay mucho de lo que se llama estudiantes tradicionales, que sus padres pueden pagarles sus colegiaturas y ellos solamente estudiar.

"Hay muchos de ellos que, sus padres, en vez de apoyarlos por la situación en la que están, no todos, pero un gran número, en vez de apoyarlos, los mortifican, sin pensar en el mañana, que teniendo un título universitario van a ganar mucho más dinero de lo que harían sin título”.

Flores opina que si en cuatro o seis años de sacrificio terminan sus estudios, después tendrán tiempo de sobra para gozar.

"La mayoría de los estudiantes tienen que estudiar y trabajar, pero la cosa es que sí se puede", concluye.

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