Reportaje: Después del tornado, volver a empezar

DALLAS, Texas -- Perla Carranza vivió junto a su joven familia los momentos de incertidumbre más largos de su vida el pasado 26 de diciembre en Rowlett, al noreste de Dallas, poco antes de que su vivienda quedara hecha pedazos tras el paso destructor de un tornado que, a pesar de su furia, no les causó ningún daño físico.

“Salimos vivos, sin ningún rasguño, sin nada”, recuerda Carranza, quien a mediados de enero se estableció junto a su esposo y dos hijos en un hogar temporal cerca de Duncanville, en lo que concretan la reconstrucción de su casa.

La misma noche que pegó el tornado en Rowlett, Perla se refugió en casa de su madre, en Mesquite, mientras que su esposo se quedó con su hermano en Rowlett, para poder inspeccionar lo que había quedado de su propiedad e iniciar los trámites de reclamos y reportes de daños.

La casa de Perla y Ángel, que tienen cuatro años de casados, fue una de las 148 que el tornado destruyó totalmente de acuerdo a lo que anunció Brian Funderburk, el gerente de la ciudad el lunes posterior a la tragedia.

No hacía más de seis meses que se habían convertido en dueños de su casa cuando el estrujante fenómeno de categoría EF4 azotó los suburbios de Garland y Rowlett la tarde siguiente al día de Navidad, en el Norte de Texas.

“Te cambia todo completamente”, dice Carranza. Ahorita, [hay que] volver a empezar. De mi esposo no sacamos ni un par de zapatos. Teníamos dos cuadros de nuestra boda y uno sí lo alcanzamos a salvar”.

El intenso paso del tornado, literalmente, les cambió todo de lugar.

Carranza recuerda que un refrigerador que tenían en el garage apareció en la casa de sus vecinas; los botes de la basura que recoge la municipalidad quedaron dentro de la piscina, “siendo que esos estaban casi enfrente de la casa, se fueron para atrás”; y no supieron en dónde quedó la enorme mesa de piedra del patio trasero.

“La segunda casa de con nosotros, a mano derecha, el tornado la levantó completamente y la puso en la calle. Ahí vivía una pareja de la tercera edad. Ellos sí pedían auxilio, estaban bien, pero decían que estaban atorados”.

De un día para otro se quedaron sin vehículos. Su esposo, que es gerente de una compañía, tiene uno extra. Su cuñado, además, les prestó una camioneta para trasladarse. Entre amigos y conocidos los apoyaron con pañales, ropa y otros objetos de primer orden. La casa en la que están rentando fue acondicionada rápidamente por una amiga del matrimonio para ayudarlos en la transición. 

Perla admite que los primeros días después del tornado sí lloraba, sobre todo por sus pequeños.

“El niño quería regresar a la casa. ‘A su casa’”, recordó con tristeza.

También la afligían los pensamientos de si el seguro cubriría los daños; esto, dice, era el primer paso a seguir. “Una semana (duró su congoja), mientras nos nivelábamos de todo. Teníamos la presión de quitar los servicios”.

Las compañías no tienen consideración con los clientes en circunstancias extremas como la de Perla y su familia, recuerda esta joven madre. Time Warner quería que le regresaran las cajas del servicio de cable cuando llamaron a cancelar, por ejemplo.

A SEGUIR ADELANTE
Angel simplemente piensa en seguir adelante. Afirma que seguir hablando -lo mismo- de lo que pasó es redudante. Lo más importante, nos comentó, es el haber sobrevivido y tener vida para continuar. “Lo material se recupera”.

"Dios le dio otra oportunidad de vida", reflexiona Raquel Carranza, la madre de Perla.

A la pareja les quedó intacta, de sus pocos recurdos, la foto de su boda. Ese cuadro y algunos amplificadores y guitarras dentro de sus estuches  fue lo poco que la familia logró rescatar. 

Perla está consciente de la marca que dejó el paso del tornado en su inquieto Ángel Mateo, de apenas dos años.

“El niño no quería salir de la casa de mi mamá. No quería salir ni a la puerta. No quería que ni saliéramos”.

EPÍLOGO
SÁBADO 26, ROWLETT, TEXAS. -Pasadas las 5:30 de la tarde, el pequeño Ángel Mateo jugaba con el interruptor de la luz, encendiendo y apagando el foco del garage de su casa donde su papá construía un clóset nuevo junto a su amigo 'Beto', que había llegado poco antes de Rockwall.

-“Nos está apagando la luz”, le avisó su esposo a Perla, quien lavaba la ropa de los niños esa tarde.

Habían visto las armas del tornado en el teléfono, pero no estaban al tanto de su trayectoria. La televisión estaba conectada al Internet, con las caricaturas que Ángel Mateo ve.

“No pensé (en las alertas). Pues siempre suenan. Uno está acostumbrado y desgraciadamente se atiene. Es bien confianzudo”.

Su esposo entró otra vez para decirle que el niño les había vuelto a apagar la luz...

“Apenas estaba sacando la ropa de la secadora y poniendo otra… cuando se apaga la luz, ahora sí. Volteé para atrás donde ellos estaban y ví como un resplandor de un trueno. Yo nunca había oído un trueno así. Como que estuvo ahí pegado a nosotros”.

EL TORNADO ESTÁ EN LA ESQUINA
En ese instante 'Beto' recibió una llamada de su esposa quien trataba de localizarlo. 'Métanse, porque el tornado está en la esquina de su casa, en la Chiesa, métete, métete'. "Cuando ella le dice eso, se corta la llamada y se oye como un tren: Uuu, Uuu, pero como si fuera a chocar contra uno”, dice Perla, imitando el sonido de una máquina que se acerca. También pensaron que podría haber sido un descarrilamiento “porque está una vía por ahí”, explica Perla. –'¿No se habrá descarrilado?', rescata la pregunta genuina de su tío. “Después empezó a escucharse como si bramara un toro, pero para entonces creemos que ya era el eco de las alarmas lo que hacía que sonara como un tren. Que ya estábamos en el ojo”.

¿UN TREN DESCARRILADO, UN BRAMIDO DE TORO?
“Creo que en menos de un minuto pasó eso de que empezamos a oir el trueno, después como el sonido del tren y en seguida ya se oía como bramando un toro, como un animal y en eso ya entran ellos y… Y en eso se empezó a ver el cielo blanco, blanco, blanco; hasta bonito se veía. Volteamos y nos metimos. Mi hermano agarró a Ángel Mateo y yo agarre a 'Hectorín', de 8 meses”.

Beto reaccionó a la llamada de alerta de su esposa y Ángel pedía calma. Todos cupieron en el baño: Hectorín en los brazos de Perla, el pequeño Ángel Mateo, Beto, Antonio, el tío de Perla, su hermano Natanael y Ángel, quien entró al final.

“Él [que] entra y que lo avienta –la puerta lo aventaba, como si quisiera entrar alguien-. Pero eso fue en segundos. Y ya de repente nada más se sintió que se levanta la casa. Se oía mucho ruído. Y nada más se levanta la casa y se vuelve a bajar. Y en el baño donde estábamos está una tapa donde está el aire acondicionado. Ni eso nos pegó porque cayó en el tubo de la cortina de baño, y ya en eso entró el polvo. Empezamos a toser todos, -pensando que ya había pasado.

"Y cuando vamos saliendo ya no había nada. Ya estaba todo destruído”. 

Alrededor de las 7 p.m. el alcalde Gottel declaró a la ciudad en estado de desastre. La calle Lakeview Park, al sur, entre Chiesa y Dalrock fue una de las más afectadas.

@hoydallas @sandrav33

 

“Salimos vivos, sin ningún rasguño, sin nada”, recuerda Carranza, quien a mediados de enero se estableció junto a su esposo y dos hijos en un hogar temporal cerca de Duncanville, en lo que concretan la reconstrucción de su casa.

La misma noche que pegó el tornado en Rowlett, Perla se refugió en casa de su madre, en Mesquite, mientras que su esposo se quedó con su hermano en Rowlett, para poder inspeccionar lo que había quedado de su propiedad e iniciar los trámites de reclamos y reportes de daños.

La casa de Perla y Ángel, que tienen cuatro años de casados, fue una de las 148 que el tornado destruyó totalmente de acuerdo a lo que anunció Brian Funderburk, el gerente de la ciudad el lunes posterior a la tragedia.

No hacía más de seis meses que se habían convertido en dueños de su casa cuando el estrujante fenómeno de categoría EF4 azotó los suburbios de Garland y Rowlett la tarde siguiente al día de Navidad, en el Norte de Texas.

“Te cambia todo completamente”, dice Carranza. Ahorita, [hay que] volver a empezar. De mi esposo no sacamos ni un par de zapatos. Teníamos dos cuadros de nuestra boda y uno sí lo alcanzamos a salvar”.

El intenso paso del tornado, literalmente, les cambió todo de lugar.

Carranza recuerda que un refrigerador que tenían en el garage apareció en la casa de sus vecinas; los botes de la basura que recoge la municipalidad quedaron dentro de la piscina, “siendo que esos estaban casi enfrente de la casa, se fueron para atrás”; y no supieron en dónde quedó la enorme mesa de piedra del patio trasero.

“La segunda casa de con nosotros, a mano derecha, el tornado la levantó completamente y la puso en la calle. Ahí vivía una pareja de la tercera edad. Ellos sí pedían auxilio, estaban bien, pero decían que estaban atorados”.

De un día para otro se quedaron sin vehículos. Su esposo, que es gerente de una compañía, tiene uno extra. Su cuñado, además, les prestó una camioneta para trasladarse. Entre amigos y conocidos los apoyaron con pañales, ropa y otros objetos de primer orden. La casa en la que están rentando fue acondicionada rápidamente por una amiga del matrimonio para ayudarlos en la transición. 

Perla admite que los primeros días después del tornado sí lloraba, sobre todo por sus pequeños.

“El niño quería regresar a la casa. ‘A su casa’”, recordó con tristeza.

También la afligían los pensamientos de si el seguro cubriría los daños; esto, dice, era el primer paso a seguir. “Una semana (duró su congoja), mientras nos nivelábamos de todo. Teníamos la presión de quitar los servicios”.

Las compañías no tienen consideración con los clientes en circunstancias extremas como la de Perla y su familia, recuerda esta joven madre. Time Warner quería que le regresaran las cajas del servicio de cable cuando llamaron a cancelar, por ejemplo.

A SEGUIR ADELANTE
Angel simplemente piensa en seguir adelante. Afirma que seguir hablando -lo mismo- de lo que pasó es redudante. Lo más importante, nos comentó, es el haber sobrevivido y tener vida para continuar. “Lo material se recupera”.

"Dios le dio otra oportunidad de vida", reflexiona Raquel Carranza, la madre de Perla.

A la pareja les quedó intacta, de sus pocos recurdos, la foto de su boda. Ese cuadro y algunos amplificadores y guitarras dentro de sus estuches  fue lo poco que la familia logró rescatar. 

Perla está consciente de la marca que dejó el paso del tornado en su inquieto Ángel Mateo, de apenas dos años.

“El niño no quería salir de la casa de mi mamá. No quería salir ni a la puerta. No quería que ni saliéramos”.

EPÍLOGO
SÁBADO 26, ROWLETT, TEXAS. -Pasadas las 5:30 de la tarde, el pequeño Ángel Mateo jugaba con el interruptor de la luz, encendiendo y apagando el foco del garage de su casa donde su papá construía un clóset nuevo junto a su amigo 'Beto', que había llegado poco antes de Rockwall.

-“Nos está apagando la luz”, le avisó su esposo a Perla, quien lavaba la ropa de los niños esa tarde.

Habían visto las armas del tornado en el teléfono, pero no estaban al tanto de su trayectoria. La televisión estaba conectada al Internet, con las caricaturas que Ángel Mateo ve.

“No pensé (en las alertas). Pues siempre suenan. Uno está acostumbrado y desgraciadamente se atiene. Es bien confianzudo”.

Su esposo entró otra vez para decirle que el niño les había vuelto a apagar la luz...

“Apenas estaba sacando la ropa de la secadora y poniendo otra… cuando se apaga la luz, ahora sí. Volteé para atrás donde ellos estaban y ví como un resplandor de un trueno. Yo nunca había oído un trueno así. Como que estuvo ahí pegado a nosotros”.

EL TORNADO ESTÁ EN LA ESQUINA
En ese instante 'Beto' recibió una llamada de su esposa quien trataba de localizarlo. 'Métanse, porque el tornado está en la esquina de su casa, en la Chiesa, métete, métete'. "Cuando ella le dice eso, se corta la llamada y se oye como un tren: Uuu, Uuu, pero como si fuera a chocar contra uno”, dice Perla, imitando el sonido de una máquina que se acerca. También pensaron que podría haber sido un descarrilamiento “porque está una vía por ahí”, explica Perla. –'¿No se habrá descarrilado?', rescata la pregunta genuina de su tío. “Después empezó a escucharse como si bramara un toro, pero para entonces creemos que ya era el eco de las alarmas lo que hacía que sonara como un tren. Que ya estábamos en el ojo”.

¿UN TREN DESCARRILADO, UN BRAMIDO DE TORO?
“Creo que en menos de un minuto pasó eso de que empezamos a oir el trueno, después como el sonido del tren y en seguida ya se oía como bramando un toro, como un animal y en eso ya entran ellos y… Y en eso se empezó a ver el cielo blanco, blanco, blanco; hasta bonito se veía. Volteamos y nos metimos. Mi hermano agarró a Ángel Mateo y yo agarre a 'Hectorín', de 8 meses”.

Beto reaccionó a la llamada de alerta de su esposa y Ángel pedía calma. Todos cupieron en el baño: Hectorín en los brazos de Perla, el pequeño Ángel Mateo, Beto, Antonio, el tío de Perla, su hermano Natanael y Ángel, quien entró al final.

“Él [que] entra y que lo avienta –la puerta lo aventaba, como si quisiera entrar alguien-. Pero eso fue en segundos. Y ya de repente nada más se sintió que se levanta la casa. Se oía mucho ruído. Y nada más se levanta la casa y se vuelve a bajar. Y en el baño donde estábamos está una tapa donde está el aire acondicionado. Ni eso nos pegó porque cayó en el tubo de la cortina de baño, y ya en eso entró el polvo. Empezamos a toser todos, -pensando que ya había pasado.

"Y cuando vamos saliendo ya no había nada. Ya estaba todo destruído”. 

Alrededor de las 7 p.m. el alcalde Gottel declaró a la ciudad en estado de desastre. La calle Lakeview Park, al sur, entre Chiesa y Dalrock fue una de las más afectadas.

@hoydallas @sandrav33