José Cruz quería superarse y ayudar a su familia, dice su abuela

La tumba de José Cruz todavía no tiene concreto. Está cubierta de aserrín y flores artificiales de llamativos colores que recuerdan el carácter alegre del adolescente.

“Tenía mucho lodo y por eso le pusimos aserrín. Ya le vamos a hacer su placa pronto”, explica su abuela Norma Ochoa en una visita al cementerio durante el día feriado de Martin Luther King Jr.

La señora Ochoa y Ana Henríquez, la madre de José, van a diario al panteón donde está sepultado “su hijo”, cuya vida fue segada a balazos por un expolicía que estando fuera de servicio se enfureció al descubrirlo robando los asientos de su vehículo junto a otro muchacho.

“Yo lo crié desde chiquito”, dice su abuela.

José nació en la ciudad fronteriza de Laredo, cuando su mamá tenía 17 años. Y antes de que su familia se mudara a Dallas, cursó un año de kínder en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Ya estando en el norte de Texas, mientras Ana se iba a trabajar, el niño se quedaba bajo los cuidados de su abuela, a quien en alguna ocasión le llegó a preguntar, curioso sobre quién de las dos era su verdadera madre biológica -Mamá, ya dígame la verdad. ¿Quién me nació? (sic). “Así decía él”, recuerda sonriendo la abuela,

Jose CruzEl próximo 13 de marzo se cumplirán dos años de la violenta muerte que sufrió el menor de edad de raíces hondureñas. 

Acompañado de Edgar Rodriguez, José llegó en su carro (un Dodge Charger rojo que con ahorros propios, de su abuela y de su madre acababa de comprar) a los apartamentos donde vivía el entonces policía de Farmers Branch, Ken Johnson, y los dos se metieron a su SUV a extraer los asientos de la tercera fila. Johnson se dio cuenta del atraco y los persiguió en su vehículo hasta que los hizo detenerse en una gasolinera cercana y los enfrentó con una pistola en mano, dejando sin vida a uno e hiriendo a el otro, indican los reportes oficiales.

José no tenía antecedentes delictivos, ni de problemas en la escuela. “Pero las malas compañías corrompen”, afirma su abuela.

“Si él hubiese sido un niño malo no hubiesen venido tantas personas [a su funeral]. Pero m'ijo siempre está lleno de flores, está siempre con personas que lo vienen a ver", añade. 

SORPRENDIDAS
“Yo pensé que era que andaba peleando" -interviene su madre. "Porque yo, todavía, a mi todavía 'no me caía el veinte' como dicen... Pero cuando me dijo Carlos Quintanilla, 'Ana, a José lo mataron porque andaba robando'. -¿Robando?- Me quedé yo (sorprendida). Mi mamá, yo, su papá, su padrastro, todos le dábamos [para sus gustos]”.

Unos seis meses antes de su muerte, José dejó la Thomas Jefferson High School y se inscribió en la Dallas Can Academy de Farmers Branch, para tener tiempo de trabajar y ayudar a su mamá y sus tres hermanos menores, cuenta la señora Henríquez.

“Ibamos a trabajar juntos, a una fábrica de cloro, le pagaban bien, como a $11.75 y él me dijo que sí, que le gustaba el trabajo... (Y yo pensaba)... En vez de que vaya a hacer otras cosas malas, que se vaya conmigo a trabajar”.

Y estaba trabajando cuando le sucedió...

“Me lo acribilló”, recuerda la afligida madre. “Eso de que nos pidió perdón fue para que le dieran menos años”.

El supervisor de José, Julio Jiménez, le dijo a KERA News que el adolescente le había pedido que lo cambiara de turno para no desverlarse tanto y seguir yendo a la escuela. Y que pensaba en incluso tratar de conseguir una beca para seguir estudiando en Austin.

LA SENTENCIA
Un jurado del Condado de Dallas le dictó una sentencia de 10 años a Ken Johnson por el homicidio de José Cruz recientemente (el 9 de enero de 2018). Fue una decisión que no dejó satisfecha a la familia de la víctima, pero que con el paso de los días se ha vuelto menos dolorosa.

“Yo amo a todos mis nietos, pero él era mi consentido. Me lo ejecutaste”, le dijo la abuela Norma a Johnson, instantes después de conocer la sentencia que le dieron.

A pesar de que Johnson les dijo que sentía un gran remordimiento, la abuela dijo a la salida de la corte que solo Dios podría perdonarlo y que la vida de su nieto no valía solo 10 años. “No merecía el uniforme”, también comentó acerca de Johson como agente de policía.

La defensa de Johnson, por su parte, mantuvo que el exagente ni siquiera debió haber recibido cargos.

La fiscal Faith Johnson consideró que buscaban una pena mayor contra el acusado, pero que respetaban la decisión del jurado. 

"Ken Johnson no ganó nada hoy. Asesinó a un muchacho de 16, lo ejecutó, fue malicioso, agresivo, no tuvo compasión y servirá diez años en prisión", declaró Quintanilla, hablando a nombre de la familia de José.

"NOS ESCUCHARON"
“La muerte de Josecito no quedó impune. Nos escucharon”, reflexiona Henríquez.

Una lágrima se le resbala al recordar que un tiro en la cabeza y otro en el costado dejaron sin vida a su hijo, aunque el policía descargó su arma por lo menos 16 veces hacia el interior del vehículo.

A los pocos días de la muerte de José, soñó con él y recibió un mensaje de aliento de su parte. “Ya no llores, mamá - le dijo. Todo va a estar bien”.

Tras las denuncias y movilizaciones convocadas por Quintanilla, el departamento de policía de Addison anunció cargos contra Johnson, quien después fue acusado por un gran jurado del Condado de Dallas por homicidio y ataque agravado con un arma mortal.

"No existe ninguna evidencia que pueda justificar la muerte de José Cruz", declaró en ese entonces un ofuscado Quintanilla, tres días después del asesinato.

Pero el abogado de Johnson argumentó que el expolicía había temido por su vida.

"No hay razón para dispararle a alguien por unos [asientos] de tercera fila", dijo Rodríguez en una entrevista con WFAA-TV, mientras se recuperaba de sus heridas sufridas en el ataque. "Nos pudo haber solo apuntado con la pistola y esperar a que los policías llegaran".

NO ES IGUAL
Ana demuestra cierto ánimo, aunque dice que la vida "ya no es igual" sin su primogénito, quien también le ayudaba a cuidar de su hijo menor, Julio, quien prácticamente no se puede valer por sí mismo. "El lo cuidaba mucho, y lo cambiaba. Lo bañaba".

José, cuando viajaba a Honduras, le decía a su mamá aquí está bien chido, y casi no quería regresar, recuerda su progenitora.

Disfrutaba de sus fiesta de cumpleaños y le gustaba bromear sobre los planes que tenía su madre para hacerse cargo de su abuela y otros familiares de edad avanzada: ¡Ay, Amá, y vas a cuidar a un montón de viejitos. Me voy a compadecer de ti! Pero en realidad, José se ponía a veces un poco triste al ver a su abuelita vendiendo cosas usadas para subsistir, señala Henríquez.

AGRADECIDAS
"Estamos agradecidas con la comunidad, con los fiscales, con los medios de comunicación y con el señor Carlos Quintanilla. Si no hubiera sido por él, nosotras dos solo nos hubiéramos puesto a llorar", dice la señora Ochoa, a pesar de la indignación que la invadió el conocer la sentencia dictada a Johnson.

A José Raúl Cruz le sobreviven también su padre y dos hermanas menores.

“Tenía mucho lodo y por eso le pusimos aserrín. Ya le vamos a hacer su placa pronto”, explica su abuela Norma Ochoa en una visita al cementerio durante el día feriado de Martin Luther King Jr.

La señora Ochoa y Ana Henríquez, la madre de José, van a diario al panteón donde está sepultado “su hijo”, cuya vida fue segada a balazos por un expolicía que estando fuera de servicio se enfureció al descubrirlo robando los asientos de su vehículo junto a otro muchacho.

“Yo lo crié desde chiquito”, dice su abuela.

José nació en la ciudad fronteriza de Laredo, cuando su mamá tenía 17 años. Y antes de que su familia se mudara a Dallas, cursó un año de kínder en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Ya estando en el norte de Texas, mientras Ana se iba a trabajar, el niño se quedaba bajo los cuidados de su abuela, a quien en alguna ocasión le llegó a preguntar, curioso sobre quién de las dos era su verdadera madre biológica -Mamá, ya dígame la verdad. ¿Quién me nació? (sic). “Así decía él”, recuerda sonriendo la abuela,

Jose CruzEl próximo 13 de marzo se cumplirán dos años de la violenta muerte que sufrió el menor de edad de raíces hondureñas. 

Acompañado de Edgar Rodriguez, José llegó en su carro (un Dodge Charger rojo que con ahorros propios, de su abuela y de su madre acababa de comprar) a los apartamentos donde vivía el entonces policía de Farmers Branch, Ken Johnson, y los dos se metieron a su SUV a extraer los asientos de la tercera fila. Johnson se dio cuenta del atraco y los persiguió en su vehículo hasta que los hizo detenerse en una gasolinera cercana y los enfrentó con una pistola en mano, dejando sin vida a uno e hiriendo a el otro, indican los reportes oficiales.

José no tenía antecedentes delictivos, ni de problemas en la escuela. “Pero las malas compañías corrompen”, afirma su abuela.

“Si él hubiese sido un niño malo no hubiesen venido tantas personas [a su funeral]. Pero m'ijo siempre está lleno de flores, está siempre con personas que lo vienen a ver", añade. 

SORPRENDIDAS
“Yo pensé que era que andaba peleando" -interviene su madre. "Porque yo, todavía, a mi todavía 'no me caía el veinte' como dicen... Pero cuando me dijo Carlos Quintanilla, 'Ana, a José lo mataron porque andaba robando'. -¿Robando?- Me quedé yo (sorprendida). Mi mamá, yo, su papá, su padrastro, todos le dábamos [para sus gustos]”.

Unos seis meses antes de su muerte, José dejó la Thomas Jefferson High School y se inscribió en la Dallas Can Academy de Farmers Branch, para tener tiempo de trabajar y ayudar a su mamá y sus tres hermanos menores, cuenta la señora Henríquez.

“Ibamos a trabajar juntos, a una fábrica de cloro, le pagaban bien, como a $11.75 y él me dijo que sí, que le gustaba el trabajo... (Y yo pensaba)... En vez de que vaya a hacer otras cosas malas, que se vaya conmigo a trabajar”.

Y estaba trabajando cuando le sucedió...

“Me lo acribilló”, recuerda la afligida madre. “Eso de que nos pidió perdón fue para que le dieran menos años”.

El supervisor de José, Julio Jiménez, le dijo a KERA News que el adolescente le había pedido que lo cambiara de turno para no desverlarse tanto y seguir yendo a la escuela. Y que pensaba en incluso tratar de conseguir una beca para seguir estudiando en Austin.

LA SENTENCIA
Un jurado del Condado de Dallas le dictó una sentencia de 10 años a Ken Johnson por el homicidio de José Cruz recientemente (el 9 de enero de 2018). Fue una decisión que no dejó satisfecha a la familia de la víctima, pero que con el paso de los días se ha vuelto menos dolorosa.

“Yo amo a todos mis nietos, pero él era mi consentido. Me lo ejecutaste”, le dijo la abuela Norma a Johnson, instantes después de conocer la sentencia que le dieron.

A pesar de que Johnson les dijo que sentía un gran remordimiento, la abuela dijo a la salida de la corte que solo Dios podría perdonarlo y que la vida de su nieto no valía solo 10 años. “No merecía el uniforme”, también comentó acerca de Johson como agente de policía.

La defensa de Johnson, por su parte, mantuvo que el exagente ni siquiera debió haber recibido cargos.

La fiscal Faith Johnson consideró que buscaban una pena mayor contra el acusado, pero que respetaban la decisión del jurado. 

"Ken Johnson no ganó nada hoy. Asesinó a un muchacho de 16, lo ejecutó, fue malicioso, agresivo, no tuvo compasión y servirá diez años en prisión", declaró Quintanilla, hablando a nombre de la familia de José.

"NOS ESCUCHARON"
“La muerte de Josecito no quedó impune. Nos escucharon”, reflexiona Henríquez.

Una lágrima se le resbala al recordar que un tiro en la cabeza y otro en el costado dejaron sin vida a su hijo, aunque el policía descargó su arma por lo menos 16 veces hacia el interior del vehículo.

A los pocos días de la muerte de José, soñó con él y recibió un mensaje de aliento de su parte. “Ya no llores, mamá - le dijo. Todo va a estar bien”.

Tras las denuncias y movilizaciones convocadas por Quintanilla, el departamento de policía de Addison anunció cargos contra Johnson, quien después fue acusado por un gran jurado del Condado de Dallas por homicidio y ataque agravado con un arma mortal.

"No existe ninguna evidencia que pueda justificar la muerte de José Cruz", declaró en ese entonces un ofuscado Quintanilla, tres días después del asesinato.

Pero el abogado de Johnson argumentó que el expolicía había temido por su vida.

"No hay razón para dispararle a alguien por unos [asientos] de tercera fila", dijo Rodríguez en una entrevista con WFAA-TV, mientras se recuperaba de sus heridas sufridas en el ataque. "Nos pudo haber solo apuntado con la pistola y esperar a que los policías llegaran".

NO ES IGUAL
Ana demuestra cierto ánimo, aunque dice que la vida "ya no es igual" sin su primogénito, quien también le ayudaba a cuidar de su hijo menor, Julio, quien prácticamente no se puede valer por sí mismo. "El lo cuidaba mucho, y lo cambiaba. Lo bañaba".

José, cuando viajaba a Honduras, le decía a su mamá aquí está bien chido, y casi no quería regresar, recuerda su progenitora.

Disfrutaba de sus fiesta de cumpleaños y le gustaba bromear sobre los planes que tenía su madre para hacerse cargo de su abuela y otros familiares de edad avanzada: ¡Ay, Amá, y vas a cuidar a un montón de viejitos. Me voy a compadecer de ti! Pero en realidad, José se ponía a veces un poco triste al ver a su abuelita vendiendo cosas usadas para subsistir, señala Henríquez.

AGRADECIDAS
"Estamos agradecidas con la comunidad, con los fiscales, con los medios de comunicación y con el señor Carlos Quintanilla. Si no hubiera sido por él, nosotras dos solo nos hubiéramos puesto a llorar", dice la señora Ochoa, a pesar de la indignación que la invadió el conocer la sentencia dictada a Johnson.

A José Raúl Cruz le sobreviven también su padre y dos hermanas menores.