Una joven emigrante que está a la espera de la resolución de su caso de asilo, trabajó sin cobrar y fue estafada por la dueña de la casa a donde llegó hace dos semanas en el área de Dallas, aseguró a HOY Dallas durante una entrevista telefónica.
La organización Faith in Texas fue alertada sobre la situación por la que la víctima dijo que atravesaba y este viernes la joven salió con sus pocas pertenencias a refugiarse en la casa de la pastora de una iglesia (First Community Church) de Dallas.
La joven le dijo a quienes la recibieron sin conocerla que les agradece el techo brindado, pero declaró a este medio que no desea hablar más con ellos.
"Un día le van a pagar a Dios todo lo que me hicieron, pero yo no quiero contestarles", dijo Dalia, quien pidió que se omitiera su nombre completo.
La siguiente narración fue hecha a partir de los detalles que la joven centroamericana compartió a este medio después de instalarse en otro lugar, lejos de Balch Springs, un suburbio al este de Dallas, a donde llegó el pasado 28 de junio, tras haber emigrado de su país por primera vez en abril de este año:
Dalia salió de Honduras el pasado 8 de abril sola y sin dinero. Calcula que después de llegar a Tapachula, Chiapas abordó por lo menos 15 trenes, quizás más, hasta que arribó a Piedras Negras, Coahuila antes de cruzar hacia Estados Unidos el 12 de mayo.
Su siguiente parada fue "una hielera", dice, refiriéndose al lugar donde estuvo del 13 al 29 de mayo, antes de ser trasladada a un centro de detención, y finalmente puesta en libertad para seguir adelante con su solicitud de asilo.
Se memorizó algunas poblaciones de México sin saber la ubicación exacta, pero recuerda el hambre, la persecución de las autoridades por transitar clandestinamente, así como la caridad de algunos cuantos; con agua y frijoles subsistió durante su camino. Dos veces se cayó intentando subir a los vagones de tren, mientras que a otros los dejaba pasar porque cargaban combustible. Una rodilla raspada y un tobillo "salido" fueron parte del saldo físico de su travesía por la República Mexicana.
En el centro de detención, cerca de San Antonio, considera que las cosas mejoraron porque había agua limpia y "ropa floja, pero con la que se sentía uno mejor", dijo en sus propias palabras la emigrante de 20 años de edad. "Yo hedia al llegar ahí porque en la hielera no hay para lavarte la boca"... -¿y el tobillo? ¿Te lo atendieron?. ¡Qué me van a atender. Todavía ahí lo traigo a medias!
En ese lugar pasó alrededor de un mes bajo custodia de las autoridades de inmigración estadounidenses. Cuando le tocó ser cuestionada para saber si aprobaba la entrevista de "miedo creíble", el resultado fue "positivo", pero no tenía quién la recibiera, algún familiar o conocido, para salir de dicho sitio y continuar su petición legal.
"709 o 717. A la salida de la entrevista había dos puertas, la de 717 significa que en tu entrevista sí demostraste miedo creíble. Si te mandan a la 709 es que no", recordó sobre el cuestionamiento del que fue objeto, siendo ella una víctima de la violencia pandilleril en su país natal.
CONEXIÓN
Entonces, una persona que también estaba detenida le comentó que conocía a otra persona que vivía en Dallas, un hondureño. Fue así como Dalia, sin conocer a su compatriota, se comunicó por teléfono con él, un jefe de una familia de cinco en Balch Springs, y acordó que la recibieran en la central de autobuses en Dallas, para así ser liberada del centro de detención.Ella salió alrededor de las 4 p.m. el viernes 28 de junio y arribó a Dallas esa misma noche antes de las 11. Llegó a la casa de sus anfitriones y durmió en el suelo. No le ofrecieron de comer y ella tampoco pidió nada. Al día siguiente, la mujer de la casa le avisó mediante su hijastro, que se la llevaría a trabajar.
"Ella casi no me hablaba. Me dijo que me pusiera en su lugar. Que su esposo era un mujeriego y que yo le había llamado varias veces [a él]... pero le recordé que solo le llamé desde el centro de detención y cuando había llegado en el autobús", recordó Dalia.
El sábado 29, Dalia limpió cuatro casas junto a la dueña de la casa donde vivía. No comió durante el día. Tomó agua embotellada que le ofreció su "mayordoma" en turno y cuando regresaron a casa, alrededor de las 9 p.m. le dijo que si "quería hacerse un huevo" estaba bien.
Dalila afirma que todos los días que estuvo en esa casa salió a trabajar junto a la mujer en cuestión, y que además de no recibir dinero a cambio de su labor, la misma persona que la obligó a trabajar sin cobrar le entregó sólo la mitad de $200.00 que un amigo le depositó.
"Me dio $100 y dijo que luego me daría lo demás", afirmó la joven, quien guardó ese dinero para enviarlo a Honduras para el cuidado de sus bebés, uno de meses y otro de más de un año.
Otro de los agravios que reportó fue la intrusión al cuarto donde dormía por parte del hijo de 19 años del matrimonio.
"Eran las 2 de la mañana y yo había ido a orinar al baño y regresé a dormir en el suelo entre las camas de las niñas. Poco después el entró y me mostró su [miembro] esperando que yo le hiciera el sexo oral y me negué. Él se salió y volvió a entrar a querer hablar y le volví a decir que no".
Al enterarse del hecho, la madrastra del joven no dijo nada, pero el padre, varios días después le reclamó a Dalia sobre el incidente del que se quejó y le pidió que se fuera a otro lado "si tenía a alguien más que la pudiera recibir", porque ella no era de la familia.
La joven, sin tener a donde ir, siguió trabajando los siguientes días limpiando casas y ayudando en otras tareas, tales como separar madera, según refirió. Hasta que se vio en la necesidad de pedirle a su casera dinero para comprar toallas sanitarias y recibió $5 para tal efecto.
"Me dijo que fuera caminando a la tienda del dólar a comprarlas y fui, pero de regreso me perdí. Conocía a un muchacho que me ayudó a regresar, a quien le conté mi situación".
A raíz de esa caminata, Dalia contactó a una persona que a su vez publicó su caso en un grupo en donde María Robles, activista de Arlington y organizadora con Faith in Texas, leyó el aviso y se acercó a la hondureña.
"El domingo me llamó pero no fue hasta hoy (viernes) que supimos los detalles" de su situación, explicó la activista, quien planea asistir en el seguimiento del proceso de asilo de Dalia.
"Este caso tristemente quizás solo es uno de tantos que están pasando", agregó Robles.
La hondureña también informó que se presentó el pasado 8 de julio a una cita ante autoridades de inmigración en Dallas, donde le retiraron el monitor electrónico que traía en el tobillo.
Robles dijo que el lunes empezarán a buscar tramitarle un permiso de trabajo a Dalia y mientras tanto le conseguirán ayuda monetaria a la joven madre.
La organización Faith in Texas fue alertada sobre la situación por la que la víctima dijo que atravesaba y este viernes la joven salió con sus pocas pertenencias a refugiarse en la casa de la pastora de una iglesia (First Community Church) de Dallas.
La joven le dijo a quienes la recibieron sin conocerla que les agradece el techo brindado, pero declaró a este medio que no desea hablar más con ellos.
"Un día le van a pagar a Dios todo lo que me hicieron, pero yo no quiero contestarles", dijo Dalia, quien pidió que se omitiera su nombre completo.
La siguiente narración fue hecha a partir de los detalles que la joven centroamericana compartió a este medio después de instalarse en otro lugar, lejos de Balch Springs, un suburbio al este de Dallas, a donde llegó el pasado 28 de junio, tras haber emigrado de su país por primera vez en abril de este año:
Dalia salió de Honduras el pasado 8 de abril sola y sin dinero. Calcula que después de llegar a Tapachula, Chiapas abordó por lo menos 15 trenes, quizás más, hasta que arribó a Piedras Negras, Coahuila antes de cruzar hacia Estados Unidos el 12 de mayo.
Su siguiente parada fue "una hielera", dice, refiriéndose al lugar donde estuvo del 13 al 29 de mayo, antes de ser trasladada a un centro de detención, y finalmente puesta en libertad para seguir adelante con su solicitud de asilo.
Se memorizó algunas poblaciones de México sin saber la ubicación exacta, pero recuerda el hambre, la persecución de las autoridades por transitar clandestinamente, así como la caridad de algunos cuantos; con agua y frijoles subsistió durante su camino. Dos veces se cayó intentando subir a los vagones de tren, mientras que a otros los dejaba pasar porque cargaban combustible. Una rodilla raspada y un tobillo "salido" fueron parte del saldo físico de su travesía por la República Mexicana.
En el centro de detención, cerca de San Antonio, considera que las cosas mejoraron porque había agua limpia y "ropa floja, pero con la que se sentía uno mejor", dijo en sus propias palabras la emigrante de 20 años de edad. "Yo hedia al llegar ahí porque en la hielera no hay para lavarte la boca"... -¿y el tobillo? ¿Te lo atendieron?. ¡Qué me van a atender. Todavía ahí lo traigo a medias!
En ese lugar pasó alrededor de un mes bajo custodia de las autoridades de inmigración estadounidenses. Cuando le tocó ser cuestionada para saber si aprobaba la entrevista de "miedo creíble", el resultado fue "positivo", pero no tenía quién la recibiera, algún familiar o conocido, para salir de dicho sitio y continuar su petición legal.
"709 o 717. A la salida de la entrevista había dos puertas, la de 717 significa que en tu entrevista sí demostraste miedo creíble. Si te mandan a la 709 es que no", recordó sobre el cuestionamiento del que fue objeto, siendo ella una víctima de la violencia pandilleril en su país natal.
CONEXIÓN
Entonces, una persona que también estaba detenida le comentó que conocía a otra persona que vivía en Dallas, un hondureño. Fue así como Dalia, sin conocer a su compatriota, se comunicó por teléfono con él, un jefe de una familia de cinco en Balch Springs, y acordó que la recibieran en la central de autobuses en Dallas, para así ser liberada del centro de detención.
Ella salió alrededor de las 4 p.m. el viernes 28 de junio y arribó a Dallas esa misma noche antes de las 11. Llegó a la casa de sus anfitriones y durmió en el suelo. No le ofrecieron de comer y ella tampoco pidió nada. Al día siguiente, la mujer de la casa le avisó mediante su hijastro, que se la llevaría a trabajar.
"Ella casi no me hablaba. Me dijo que me pusiera en su lugar. Que su esposo era un mujeriego y que yo le había llamado varias veces [a él]... pero le recordé que solo le llamé desde el centro de detención y cuando había llegado en el autobús", recordó Dalia.
El sábado 29, Dalia limpió cuatro casas junto a la dueña de la casa donde vivía. No comió durante el día. Tomó agua embotellada que le ofreció su "mayordoma" en turno y cuando regresaron a casa, alrededor de las 9 p.m. le dijo que si "quería hacerse un huevo" estaba bien.
Dalila afirma que todos los días que estuvo en esa casa salió a trabajar junto a la mujer en cuestión, y que además de no recibir dinero a cambio de su labor, la misma persona que la obligó a trabajar sin cobrar le entregó sólo la mitad de $200.00 que un amigo le depositó.
"Me dio $100 y dijo que luego me daría lo demás", afirmó la joven, quien guardó ese dinero para enviarlo a Honduras para el cuidado de sus bebés, uno de meses y otro de más de un año.
Otro de los agravios que reportó fue la intrusión al cuarto donde dormía por parte del hijo de 19 años del matrimonio.
"Eran las 2 de la mañana y yo había ido a orinar al baño y regresé a dormir en el suelo entre las camas de las niñas. Poco después el entró y me mostró su [miembro] esperando que yo le hiciera el sexo oral y me negué. Él se salió y volvió a entrar a querer hablar y le volví a decir que no".
Al enterarse del hecho, la madrastra del joven no dijo nada, pero el padre, varios días después le reclamó a Dalia sobre el incidente del que se quejó y le pidió que se fuera a otro lado "si tenía a alguien más que la pudiera recibir", porque ella no era de la familia.
La joven, sin tener a donde ir, siguió trabajando los siguientes días limpiando casas y ayudando en otras tareas, tales como separar madera, según refirió. Hasta que se vio en la necesidad de pedirle a su casera dinero para comprar toallas sanitarias y recibió $5 para tal efecto.
"Me dijo que fuera caminando a la tienda del dólar a comprarlas y fui, pero de regreso me perdí. Conocía a un muchacho que me ayudó a regresar, a quien le conté mi situación".
A raíz de esa caminata, Dalia contactó a una persona que a su vez publicó su caso en un grupo en donde María Robles, activista de Arlington y organizadora con Faith in Texas, leyó el aviso y se acercó a la hondureña.
"El domingo me llamó pero no fue hasta hoy (viernes) que supimos los detalles" de su situación, explicó la activista, quien planea asistir en el seguimiento del proceso de asilo de Dalia.
"Este caso tristemente quizás solo es uno de tantos que están pasando", agregó Robles.
La hondureña también informó que se presentó el pasado 8 de julio a una cita ante autoridades de inmigración en Dallas, donde le retiraron el monitor electrónico que traía en el tobillo.
Robles dijo que el lunes empezarán a buscar tramitarle un permiso de trabajo a Dalia y mientras tanto le conseguirán ayuda monetaria a la joven madre.