Los tres tienen fuertes raíces en Dallas y sin embargo, ninguno es oriundo del norte de Texas... Los tres fueron homenajeados con sendos monumentos en el 2022 y las siguientes líneas anecdóticas (también factuales) son una forma de reconocer el impacto que han tenido cada uno en su área, y su gran carácter humanitario.
Un alemán. A diferencia de Luka Doncic, a Dirk Nowitzki nunca le hice una pregunta cuando era jugador activo. Tampoco lo he vuelto a ver cara a cara después de su retiro, aunque cubrí su torneo caritativo de tenis el año pasado (en SMU) y la inauguración de su estatua. Es difícil dejarlo de ver en Dallas por estos tiempos.
Muchos tiempo antes de la llegada de Luka, la actual estrella del equipo, recuerdo que final de los partidos de los Mavericks, la mayoría de los reporteros se arremolinaban en torno a Dirk adentro de los vestidores y era una aventura el simple hecho de poder acercarle la grabadora. Algunos hasta llevaban banquitos para no estar tan en desventaja (y otra realidad muy clara es que no siempre todos alcanzaban a preguntar). A mí se me aceleraba un poco el corazón cuando nos apilábamos en un espacio tan pequeño; creo que esas mini rachas de ansiedad también tenían que ver con mi inglés mayormente académico. Sé leer y traducir sin problema alguno, pero el construir oraciones (y recitarlas en público) nunca ha sido tarea fácil.
Después del campeonato de los Mavs en el 2011, solo ocasionalmente iba a ver a Dallas al American Airlines Center y cada vez sentía más lejano el oficio de solo reportear sobre básquetbol. En vez de ello, escribía algunos resúmenes de varios juegos del equipo o alguna columna de opinión, como cuando trabajaba en ESPN Deportes. Pero de alguna forma Nowitzki me reconocía. Cuando él debutó en Dallas yo era comentarista invitada en las trasmisiones radiales en español de los Mavericks cuando el equipo todavía jugaba en la Reunion Arena, antes del 2000, y seguí muy de cerca al equipo tras la llegada de Eduardo Nájera, mi compatriota. En esos años, el mejor amigo de Dirk era Steve Nash, un tipo súper amable.
Después, por ahí de 2016 o 2017 (ya en el American Airlines Center), me equivoqué y abrí la puerta que usan los jugadores y entrenadores para entrar al salón en donde hacen las conferencias de prensa cuando no atienden en los vestidores. Dirk se me quedó viendo y me gritó con una sonrisa: "¿Puerta equivocada, eh?" Me sorprendió su tono juguetón y le dije, "Pues, ¡sí!" :) y la cerré.
Cuando le dedicaron su estatua el día de Navidad el mes pasado, su actitud fue la misma de siempre: estaba contento, sorprendido y agradecido. Siempre atento al saludar a sus colegas, a sus más allegados y a los fanáticos; igual que cuando retiraron su número 41 o cuando anunció que ya no más, después de 21 temporadas con el único equipo para el que jugó en la NBA. En realidad, solamente una vez me pareció verlo un poco fastidiado o "de malas". Fue durante un partido de sábado por la noche, de los que empezaban a las 7:30 p.m. y nos daban por lo menos las 10 p.m. esperando a que nos dejaran entrar a los vestidores para hablar con él o sus compañeros. Esa vez, me pareció escuchar a Dirk decirnos al grupo de reporteros que estábamos ahí, "Go home, it's Saturday night", en un tono entre regaño y súplica, aunque enseguida empezó a hablar del juego y cumplió con sus deberes. Me dio risa y al mismo tiempo pensé que era ilógico no querer vernos activos en un día de partido; solo cumplíamos con nuestra parte del "show", pero no le tomé importancia porque también pensé que podría haber estado bromeando...
Después de 40 años. La estatua de Nancy Lieberman, una de las glorias del basquetbol femenil de Estados Unidos, la colocaron el 14 de noviembre pasado en su alma mater (Old Dominion University), de donde se gradúo en 1980, tras "poner en el mapa del basquetbol colegial a ODU", al ganar dos campeonatos nacionales consecutivos y recibir múltiples reconocimientos a nivel individual.
Nancy ya antes había hecho historia al integrar la primera selección de basquetbol femenil que compitió en unos Juegos Olímpicos (Montreal, 1976). En 1975, cuando tenía 17 años, también como seleccionada nacional estuvo en los Juegos Panamericanos que se celebraron en México y ganó una medalla de oro. No obstante, quizá su mayor triunfo antes de llegar a la universidad con una beca completa deportiva fue el haber superado una infancia difícil en un hogar de padres divorciados. En su autobiografía, "Lady Magic", cuenta cómo en contra de la voluntad de su madre se iba en tren desde la lejana área de Far Rockaway (en Queens) hasta Harlem (en Nueva York) para jugar basquetbol con muchachos mayores que ella y de raza negra en el legendario "Rucker Park". Esas "cascaritas" moldearían su estilo de juego y le abrirían los ojos respecto a la importancia de la tolerancia racial, un tema que le tocó el corazón y la terminó de marcar después de conocer y forjar una gran amistad con Mohamed Alí, a quien la neoyorquina idolatraba desde niña.
Desde 1996, Lieberman integra el Salón de la Fama del Basquetbol. Al salir de ODU en Norfolk, Virginia, jugó para las Dallas Diamonds, en una liga de basquetbol profesional de mujeres que no duró mucho tiempo, y desde entonces ha vivido o tenido su hogar base en el área de DFW, proveniente de su natal Nueva York. Tuvieron que pasar muchos años para que la WNBA fuera creada y ahí jugó también, aunque solo en la temporada inaugural, en 1997, a los 39 años, con Phoenix. Antes, había roto barreras al jugar en por los menos dos equipos profesionales de hombres y asesorar por varios años en condicionamiento atlético a la también legendaria Martina Navratilova.
Lieberman con el tiempo estableció su fundación caritativa mediante la cual construye canchas de basquetbol en parques públicos, principalmente en medio de comunidades necesitadas. (La conocí recién a finales de 2020 -jovial, amigable y generosa- cuando los protocolos de salud nos obligaron a narrar los partidos de la NBA a distancia, viéndolos por televisión en los estudios cerca de Dallas, en mi caso. Ella es comentarista de televisión de tiempo completo desde hace varios años para el Oklahoma City Thunder, el equipo que también trasmite por radio todos sus juegos de local en español, algunos de los cuales me toca hacer cada año, desde 2013). El mes pasado la vi al final del juego del Thunder en Oklahoma y le dije que me había enterado de su estatua. "Eso estuvo loco", me dijo sonriendo, mientras caminábamos hacia la salida de la arena.
Adelfa Botello Callejo. La estatua de la prominente abogada de raíces mexicanas y activista del área de Dallas (nacida en Millet, Texas) fue inaugurada formalmente en el centro de Dallas después de varios años de estar lista (y sí, también, varios meses después de haber sido colocada en el parque de la Calle Main, al descubierto y sin ninguna placa). Fue durante las celebraciones de la Herencia Hispana, el 29 de septiembre pasado, que llegaron mariachis y algunos de sus familiares junto a líderes cívicos, estudiantes y políticos a celebrar el digno reconocimiento con el que inmortalizaron a uno de los íconos más importantes de la comunidad mexicoamericana y latina del Metroplex.
Varios años antes de sucumbir a un cáncer cerebral en 2014, la señora Callejo aceptó un reconocimiento que otorga la NFL a líderes hispanos. Se lo dieron antes de un juego de los Cowboys vs los Texans y tuve la oportunidad de hacerle una entrevista. Se emocionó al hablar de las virtudes de la educación bilingüe y del biculturalismo. También recordó las heridas de la discriminación y el racismo, pero me dijo después muy contenta que su sueño era que todas las escuelas fueran aceptables (académicamente). En esa época grabé sus palabras y las reproduje en mi reporte sin pensar mucho en el tema. Pero cuando el año pasado hablé con la única hermana que le sobrevive, la señora Lily Velásquez, reconocí el mismo tono de voz y la pasión por el impulso a la educación que inculcó entre los suyos quien es considerada una de las primeras hispanas en haber ejercido la abogacía en Dallas.
Ahora mi sueño es el mismo que el de doña Adelfa Botello Callejo, quiero ver a las escuelas públicas mejorar todo lo que sea posible.
Sandra Velázquez es editora en jefe de HOY Dallas. Ha escrito sobre actualidad, música y cultura de 2002. También, desde 2013, narra (algunos) partidos de basquetbol de del equipo Oklahoma City Thunder (NBA) en la radio, además de fungir como asesora de comunicaciones y traductora.
Un alemán. A diferencia de Luka Doncic, a Dirk Nowitzki nunca le hice una pregunta cuando era jugador activo. Tampoco lo he vuelto a ver cara a cara después de su retiro, aunque cubrí su torneo caritativo de tenis el año pasado (en SMU) y la inauguración de su estatua. Es difícil dejarlo de ver en Dallas por estos tiempos.
Muchos tiempo antes de la llegada de Luka, la actual estrella del equipo, recuerdo que final de los partidos de los Mavericks, la mayoría de los reporteros se arremolinaban en torno a Dirk adentro de los vestidores y era una aventura el simple hecho de poder acercarle la grabadora. Algunos hasta llevaban banquitos para no estar tan en desventaja (y otra realidad muy clara es que no siempre todos alcanzaban a preguntar). A mí se me aceleraba un poco el corazón cuando nos apilábamos en un espacio tan pequeño; creo que esas mini rachas de ansiedad también tenían que ver con mi inglés mayormente académico. Sé leer y traducir sin problema alguno, pero el construir oraciones (y recitarlas en público) nunca ha sido tarea fácil.
Después del campeonato de los Mavs en el 2011, solo ocasionalmente iba a ver a Dallas al American Airlines Center y cada vez sentía más lejano el oficio de solo reportear sobre básquetbol. En vez de ello, escribía algunos resúmenes de varios juegos del equipo o alguna columna de opinión, como cuando trabajaba en ESPN Deportes. Pero de alguna forma Nowitzki me reconocía. Cuando él debutó en Dallas yo era comentarista invitada en las trasmisiones radiales en español de los Mavericks cuando el equipo todavía jugaba en la Reunion Arena, antes del 2000, y seguí muy de cerca al equipo tras la llegada de Eduardo Nájera, mi compatriota. En esos años, el mejor amigo de Dirk era Steve Nash, un tipo súper amable.
Después, por ahí de 2016 o 2017 (ya en el American Airlines Center), me equivoqué y abrí la puerta que usan los jugadores y entrenadores para entrar al salón en donde hacen las conferencias de prensa cuando no atienden en los vestidores. Dirk se me quedó viendo y me gritó con una sonrisa: "¿Puerta equivocada, eh?" Me sorprendió su tono juguetón y le dije, "Pues, ¡sí!" :) y la cerré.
Cuando le dedicaron su estatua el día de Navidad el mes pasado, su actitud fue la misma de siempre: estaba contento, sorprendido y agradecido. Siempre atento al saludar a sus colegas, a sus más allegados y a los fanáticos; igual que cuando retiraron su número 41 o cuando anunció que ya no más, después de 21 temporadas con el único equipo para el que jugó en la NBA. En realidad, solamente una vez me pareció verlo un poco fastidiado o "de malas". Fue durante un partido de sábado por la noche, de los que empezaban a las 7:30 p.m. y nos daban por lo menos las 10 p.m. esperando a que nos dejaran entrar a los vestidores para hablar con él o sus compañeros. Esa vez, me pareció escuchar a Dirk decirnos al grupo de reporteros que estábamos ahí, "Go home, it's Saturday night", en un tono entre regaño y súplica, aunque enseguida empezó a hablar del juego y cumplió con sus deberes. Me dio risa y al mismo tiempo pensé que era ilógico no querer vernos activos en un día de partido; solo cumplíamos con nuestra parte del "show", pero no le tomé importancia porque también pensé que podría haber estado bromeando...
Después de 40 años. La estatua de Nancy Lieberman, una de las glorias del basquetbol femenil de Estados Unidos, la colocaron el 14 de noviembre pasado en su alma mater (Old Dominion University), de donde se gradúo en 1980, tras "poner en el mapa del basquetbol colegial a ODU", al ganar dos campeonatos nacionales consecutivos y recibir múltiples reconocimientos a nivel individual.
Nancy ya antes había hecho historia al integrar la primera selección de basquetbol femenil que compitió en unos Juegos Olímpicos (Montreal, 1976). En 1975, cuando tenía 17 años, también como seleccionada nacional estuvo en los Juegos Panamericanos que se celebraron en México y ganó una medalla de oro. No obstante, quizá su mayor triunfo antes de llegar a la universidad con una beca completa deportiva fue el haber superado una infancia difícil en un hogar de padres divorciados. En su autobiografía, "Lady Magic", cuenta cómo en contra de la voluntad de su madre se iba en tren desde la lejana área de Far Rockaway (en Queens) hasta Harlem (en Nueva York) para jugar basquetbol con muchachos mayores que ella y de raza negra en el legendario "Rucker Park". Esas "cascaritas" moldearían su estilo de juego y le abrirían los ojos respecto a la importancia de la tolerancia racial, un tema que le tocó el corazón y la terminó de marcar después de conocer y forjar una gran amistad con Mohamed Alí, a quien la neoyorquina idolatraba desde niña.
Desde 1996, Lieberman integra el Salón de la Fama del Basquetbol. Al salir de ODU en Norfolk, Virginia, jugó para las Dallas Diamonds, en una liga de basquetbol profesional de mujeres que no duró mucho tiempo, y desde entonces ha vivido o tenido su hogar base en el área de DFW, proveniente de su natal Nueva York. Tuvieron que pasar muchos años para que la WNBA fuera creada y ahí jugó también, aunque solo en la temporada inaugural, en 1997, a los 39 años, con Phoenix. Antes, había roto barreras al jugar en por los menos dos equipos profesionales de hombres y asesorar por varios años en condicionamiento atlético a la también legendaria Martina Navratilova.
Lieberman con el tiempo estableció su fundación caritativa mediante la cual construye canchas de basquetbol en parques públicos, principalmente en medio de comunidades necesitadas. (La conocí recién a finales de 2020 -jovial, amigable y generosa- cuando los protocolos de salud nos obligaron a narrar los partidos de la NBA a distancia, viéndolos por televisión en los estudios cerca de Dallas, en mi caso. Ella es comentarista de televisión de tiempo completo desde hace varios años para el Oklahoma City Thunder, el equipo que también trasmite por radio todos sus juegos de local en español, algunos de los cuales me toca hacer cada año, desde 2013). El mes pasado la vi al final del juego del Thunder en Oklahoma y le dije que me había enterado de su estatua. "Eso estuvo loco", me dijo sonriendo, mientras caminábamos hacia la salida de la arena.
Adelfa Botello Callejo. La estatua de la prominente abogada de raíces mexicanas y activista del área de Dallas (nacida en Millet, Texas) fue inaugurada formalmente en el centro de Dallas después de varios años de estar lista (y sí, también, varios meses después de haber sido colocada en el parque de la Calle Main, al descubierto y sin ninguna placa). Fue durante las celebraciones de la Herencia Hispana, el 29 de septiembre pasado, que llegaron mariachis y algunos de sus familiares junto a líderes cívicos, estudiantes y políticos a celebrar el digno reconocimiento con el que inmortalizaron a uno de los íconos más importantes de la comunidad mexicoamericana y latina del Metroplex.
Varios años antes de sucumbir a un cáncer cerebral en 2014, la señora Callejo aceptó un reconocimiento que otorga la NFL a líderes hispanos. Se lo dieron antes de un juego de los Cowboys vs los Texans y tuve la oportunidad de hacerle una entrevista. Se emocionó al hablar de las virtudes de la educación bilingüe y del biculturalismo. También recordó las heridas de la discriminación y el racismo, pero me dijo después muy contenta que su sueño era que todas las escuelas fueran aceptables (académicamente). En esa época grabé sus palabras y las reproduje en mi reporte sin pensar mucho en el tema. Pero cuando el año pasado hablé con la única hermana que le sobrevive, la señora Lily Velásquez, reconocí el mismo tono de voz y la pasión por el impulso a la educación que inculcó entre los suyos quien es considerada una de las primeras hispanas en haber ejercido la abogacía en Dallas.
Ahora mi sueño es el mismo que el de doña Adelfa Botello Callejo, quiero ver a las escuelas públicas mejorar todo lo que sea posible.
Sandra Velázquez es editora en jefe de HOY Dallas. Ha escrito sobre actualidad, música y cultura de 2002. También, desde 2013, narra (algunos) partidos de basquetbol de del equipo Oklahoma City Thunder (NBA) en la radio, además de fungir como asesora de comunicaciones y traductora.