No hay ex presidente más respetado en mi país que Benito Juárez, el mandatario oaxaqueño, de origen indígena, que llegó a la silla presidencial enarbolando los valores de la austeridad republicana, la separación de la Iglesia y el Estado, el respeto a los derechos de los otros y la aplicación de la ley sin distingos como elementos indispensables para que una sociedad viva en paz. Es tan grande la influencia de Juárez en la vida de los mexicanos, que el 21 de marzo, día de su nacimiento, es feriado en todo el país. Todas las ciudades y poblados, hasta el más pequeño, tienen al menos una escuela que se llama Benito Juárez y un monumento en honor al llamado Benemérito de las Américas; su rostro está en el billete de veinte pesos, y una de las ciudades más importantes del país lleva también su nombre. Pero Ciudad Juárez, lamentablemente, es conocida mundialmente por razones que nada tienen que ver con el prócer nacional.