El American Airlines Center recibió el viernes 25 de mayo al “Sol de México,” Luis Miguel. Con todos los asientos llenos, el público tuvo que esperar media hora para disfrutar de su voz aterciopelada.
El espectáculo empezó con un video que mostraba imágenes de un avión y un hombre ajustando sus gemelos, subiendo unas escaleras, con unos zapatos de charol bien pulidos. Finalmente, el público empezó a gritar con simplemente ver la silueta de un caballero en buena forma, era la silueta de Luis Miguel.
Fue la primera vez que yo asistía a uno de sus conciertos, y realmente no sabía que esperar. Me imaginaba a un divo, frío e inaccesible, como lo son muchos. Pero él fue todo lo contrario. Cuando subió el telón, se presentó en el centro del escenario vestido de traje con su corbata negra, y recibió todos los aplausos eufóricos de su público. Empezó con sus temas más conocidos, acompañado por su banda y sus coristas, con un ritmo energético, vivo, y alegre.
Luego pasó a mis selecciones preferidas de baladas donde habló con su público: “Dos cosas fundamentales para mí…la música y todos ustedes esta noche…y no necesito más….hasta la última fila allá arriba…aquí a la derecha….todos aquí a la izquierda…me acompañan?” Lucía una voz tierna pero potente, con líneas líricas y agudos para sobrar. Invitaba al público a cantar cuando gritaba, “¿Como dice?” Incluso, en ocasiones él subía con su voz, adornando en armonías mientras el público tomaba la melodía.
Me quedé gratamente sorprendida con su forma de cantar; inteligente en tomar las notas bajas cuando lo necesitaba, pero la mayoría de las veces siendo generoso con su registro agudo y sorprendiendo mis oídos de soprano al subir aún más de lo esperado en esas melodías de sus canciones tan conocidas.
Después de cambiarse de ropa regresó al escenario para electrificar al público acompañado del Mariachi Vargas de Tecalitlán. Empezó con su nueva canción, “La Fiesta del Mariachi” de su nuevo disco, ¡México por siempre! Logró emocionar a todo el público mientras aparecía la imagen de la bandera de México en la gran pantalla. La gente gritaba, “¡México! ¡México! ¡México!” y Luis Miguel con una gran sonrisa, inclinaba su cabeza en aprobación.
Regresó, después de cambiarse a una camiseta negra, mostrando que gozaba de buena salud, una vez más cantó un par de baladas, acompañado por su pianista.
Finalizó el concierto de la misma manera que empezó, cantando canciones de su repertorio a ritmo alegre con su banda, con letras acerca de la playa. Es cuando aparecieron globos enormes como pelotas de playa, y cayó una lluvia de confeti sobre el escenario.
El mexicano agradeció al público por su apoyo durante toda su carrera y se despidió tirando flores blancas por todos lados. Hubo un instante donde lanzó una flor blanca a su derecha y se calló una de sus aficionadas al intentar de coger la flor. Es cuando él la señaló para que se acercara a él y finalmente la chica le dio un beso en la mejilla. “Que buena suerte tuvo la chica!” pensé yo, y es entonces que me dí cuenta de la generosidad y compasión del artista sobre su público. Fue todo un profesional, sobrado en talento, colaborando con el mejor mariachi del mundo para brindarle a su público un espectáculo enorme.
Luis Miguel dejó el alma en el escenario, mostrándose grande… grande ¡como el mismo sol!
El espectáculo empezó con un video que mostraba imágenes de un avión y un hombre ajustando sus gemelos, subiendo unas escaleras, con unos zapatos de charol bien pulidos. Finalmente, el público empezó a gritar con simplemente ver la silueta de un caballero en buena forma, era la silueta de Luis Miguel.
Fue la primera vez que yo asistía a uno de sus conciertos, y realmente no sabía que esperar. Me imaginaba a un divo, frío e inaccesible, como lo son muchos. Pero él fue todo lo contrario. Cuando subió el telón, se presentó en el centro del escenario vestido de traje con su corbata negra, y recibió todos los aplausos eufóricos de su público. Empezó con sus temas más conocidos, acompañado por su banda y sus coristas, con un ritmo energético, vivo, y alegre.
Luego pasó a mis selecciones preferidas de baladas donde habló con su público: “Dos cosas fundamentales para mí…la música y todos ustedes esta noche…y no necesito más….hasta la última fila allá arriba…aquí a la derecha….todos aquí a la izquierda…me acompañan?” Lucía una voz tierna pero potente, con líneas líricas y agudos para sobrar. Invitaba al público a cantar cuando gritaba, “¿Como dice?” Incluso, en ocasiones él subía con su voz, adornando en armonías mientras el público tomaba la melodía.
Me quedé gratamente sorprendida con su forma de cantar; inteligente en tomar las notas bajas cuando lo necesitaba, pero la mayoría de las veces siendo generoso con su registro agudo y sorprendiendo mis oídos de soprano al subir aún más de lo esperado en esas melodías de sus canciones tan conocidas.
Después de cambiarse de ropa regresó al escenario para electrificar al público acompañado del Mariachi Vargas de Tecalitlán. Empezó con su nueva canción, “La Fiesta del Mariachi” de su nuevo disco, ¡México por siempre! Logró emocionar a todo el público mientras aparecía la imagen de la bandera de México en la gran pantalla. La gente gritaba, “¡México! ¡México! ¡México!” y Luis Miguel con una gran sonrisa, inclinaba su cabeza en aprobación.
Regresó, después de cambiarse a una camiseta negra, mostrando que gozaba de buena salud, una vez más cantó un par de baladas, acompañado por su pianista.
Finalizó el concierto de la misma manera que empezó, cantando canciones de su repertorio a ritmo alegre con su banda, con letras acerca de la playa. Es cuando aparecieron globos enormes como pelotas de playa, y cayó una lluvia de confeti sobre el escenario.
El mexicano agradeció al público por su apoyo durante toda su carrera y se despidió tirando flores blancas por todos lados. Hubo un instante donde lanzó una flor blanca a su derecha y se calló una de sus aficionadas al intentar de coger la flor. Es cuando él la señaló para que se acercara a él y finalmente la chica le dio un beso en la mejilla. “Que buena suerte tuvo la chica!” pensé yo, y es entonces que me dí cuenta de la generosidad y compasión del artista sobre su público. Fue todo un profesional, sobrado en talento, colaborando con el mejor mariachi del mundo para brindarle a su público un espectáculo enorme.
Luis Miguel dejó el alma en el escenario, mostrándose grande… grande ¡como el mismo sol!